Recuerdos

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Me crucé con Natalia un par de días después de haberla visto en mi regresión. Su rostro era distinto, definitivamente, pero el color de sus ojos se mantenía similar al de Deirdre, igual que los míos a los de Esdras. Los ojos son la ventana del alma, y nuestra alma seguía manteniéndose intacta aunque nuestros cuerpos fueran distintos y el mío ni siquiera fuera humano.

Ella me devolvió el libro.

-Ezra, es maravilloso, tienes un don increíble para escribir, en realidad pude transportarme al lugar. Deberías publicarte con una editorial grande, estoy segura de que podías vender muchas copias, eres verdaderamente talentoso.

-Pero no hay necesidad de que me devuelvas el libro, puedes quedártelo, es más- saqué una pluma y escribí una dedicatoria con una firma. Había escuchado de Grace que eso hacen los grandes autores, aquellos que su firma vale mucho y aumentan el valor de un libro viejo. Sí, El Precio de la Historia nos tenía enganchadísimos a la televisión por las tardes en las que no andábamos sumergidos en viajes astrales.

-¿En serio, Ezra? ¡Qué maravilla!- ella saltó del sofá en el que estaba sentada y me dio un fuerte abrazo y un beso en la mejilla. Aquellas cosquillas se hicieron más intensas; sentir el contacto de sus labios me hizo rememorarlo todo- pero en serio, hazme caso cuando te digo que debes buscar una editorial que te publique. Si no lo haces por la fama o el dinero hazlo por las personas, merecen leer una historia fantásticamente excelente otra vez.

Tomé en cuenta sus consejos porque, en definitiva, mi siguiente libro valía mucho la pena, desde mi perspectiva.

Acompañé a Natalia a su casa, después de que Grace la invitara a quedarse para cenar con nosotros.

La noche estaba estrellada, a pesar del frío tan fuerte que se sentía. Ella temblaba mucho y yo me acerqué para abrazarla y mantenerla caliente; yo le sacaba por lo menos dos cabezas de diferencia y era más fornido, así que hice un buen trabajo al momento de cubrirla del frío.

El invierno estaba próximo.

Llegamos a su casa.

-Muchas gracias por todo, Ezra- dijo señalando el libro que le había firmado y dedicado, el único en su especie- me la pasé muy bien hoy.

-No hay de qué, Nat, espero que podamos repetirlo pronto- la tensión podía pescarse en el aire. El cosquilleo lo sentí en todo mi cuerpo, incluso en mi entrepierna, y mi respiración comenzó a acelerarse.

-Sabes, mi padre no está espiando por la ventana. Ya debe de estar dormido

Esa fue la señal.

Tomé a Natalia por la cintura y la besé con desesperación. En mi sangre estaba el magnetismo que mantenía unidos nuestros labios, traspasando saliva, con la respiración agitada. Sus piernas estaban enredadas en mi torso y yo tuve que pegarla la pared para recargar su peso.

Se despegó mucho tiempo después para poder entrar a su casa.

La indecisión desapareció de mi cabeza por completo esa noche, y en cuanto abrió la puerta y me invitó a entrar, lo hice sin titubeo.

Sus labios volvieron a pegarse a los míos. Mis manos se posaron sobre su trasero y pude levantarla mejor hacia mí. Sin duda la sensación que me provocaba estar con ella era la misma que tuve cuando la besé por primera vez en el viaje astral. No estuve presente como tal, no fue mi boca la que besó la de Deirdre, pero la sensación que me embargó fue la misma.

Entramos a su habitación unos momentos después.

Su cama era amplia, suave, y ella se recostó. Yo me coloqué encima para seguir besándola, el sujeto que se escondía debajo de mis pantalones estaba asomándose, indiscreto.

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