Navidad

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Natalia y yo llevábamos dos semanas saliendo cuando decidimos ir juntos a la fiesta de Navidad del barrio.

Nuestra relación apenas estaba comenzando, pero ella y yo nos divertíamos mucho juntos, todas las experiencias que vivía con ella me ayudaban a escribir noche a noche mi libro, el cual estaba a punto de finalizar. Ella me inspiraba demasiado a hacerlo y, estar con ella, me daba muchas ideas para poder escribir, era simplemente maravilloso.

Nos veíamos los momentos antes de que a ella le tocara ir a su turno en el hospital y la acompañaba por ratos para cuidar a su padre, además, siempre que podía Grace la invitada a desayunar o cenar, y nos estábamos uniendo mucho; y, cuando por fin estábamos solos, platicábamos de las cosas que nos gustaban, música, televisión, libros, nuestros sueños y temores, cada uno de los detalles que habíamos vivido y lo que estábamos por vivir salían a la plática, mientras nos conocíamos a fondo.

Tenía toda una historia inventada y una que otra verdadera de mi vida como un gato, así no sonaría raro que no tuviera un pasado como tal, una niñez perfecta y una adolescencia con cambios hormonales y crisis existenciales. Ya me estaba acostumbrando a mi vida de mentira, y a mentirle a Natalia.

Pero aunque todo lo demás fuese un engaño, mi amor por ella era verdadero y ambos nos preparábamos para celebrar la fiesta de navidad junto a nuestros vecinos. Grace por supuesto estaba muy emocionada, e insistió a Natalia para que convenciera a su amargado padre de salir.

Era bien sabido por todos que Wiktor era un viejo gruñón que se la pasaba refunfuñado por todo, con un carácter más agrio que el mismo ajenjo, pero no podía negar, que a pesar de haber hecho lo que hizo con Natalia y de reprenderla por muchas cosas de su conducta, él la amaba muchísimo. Al fin y al cabo era su única hija, así que ella se preparó mentalmente para convencer a su padre de ir a las festividades. Ya lo había hecho para la fiesta de Noche de Brujas, podía hacerlo una vez más.

Mientras tanto Grace y yo apoyábamos como podíamos a los organizadores del evento, Bertha también estaba ahí.

Luces, adornos, manteles, velas, comida, mesas, sillas, listas, todo lo que pudiéramos hacer, lo hacíamos. La bruja incluso se comprometió a llevar suéteres festivos para todos los asistentes de la fiesta, sólo necesitábamos las tallas de las personas, ella se encargaría de entregarlos a cada uno para que fuésemos todos vestidos iguales. Al final alguien tomaría una foto que repartiría a las familias asistentes.

-Pero son trescientas personas, Grace ¿Está segura de que regalará trescientos suéteres? Es demasiado- la cara de Rebecca, una de las organizadoras del evento y recién llegada al barrio hacía apenas un año, era de auténtica sorpresa. Pero Grace estaba completamente segura, no le costaría nada en absoluto y ahí estábamos nosotros, entregando un día antes a cada uno de los asistentes a la fiesta sus suéteres festivos a la medida.

Eran rojos, verdes, azules. Con copos u hombres de nieve, renos, calcetines y cualquier diseño que recordara a la Navidad. Los niños asistentes eran los más felices al recibir sus suéteres pues, además, tenía bordado el nombre de la persona dueña. Era un lindo detalle que la bruja se había tomado para celebrar su primera Navidad en compañía de alguien conocido y querido pues, si bien era cierto que intentaba llevarse lo mejor posible con los vecinos y asistir a las fiestas, no era muy de su agrado hacerlo. Pero ahora la situación era diferente y ella estaba gustosa de presumir a su sobrino y a la novia de su sobrino.

-Grace ¿no crees que estas tomándote demasiadas molestias?- decía yo. Intentando aplacar su entusiasmo por la fiesta. A mí me gustaba la idea de compartir mi primera Navidad como humano al lado de las dos mujeres más importantes de mi vida y presumirlo, de cierta manera, a los demás. Pero Grace, o estaba intentando quedar bien con todos por alguna extraña razón o simplemente se sentía dichosa y quería compartir con los demás de alguna forma u otra.

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