Regresión

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Dos días después, Grace y yo estábamos sentados en el medio del estudio en donde realizaba todos sus hechizos o encantamientos. Era un lugar viejo, con un penetrante olor a madera y bergamota. Había muchos libros viejos en lenguajes aun más desconocidos para mí, y que desprendían un olor a viejo bastante agradable.

Una luz negra alumbraba el lugar, decorado con retratos de mujeres bellas en antiguos cuadros de madera. Una de ellas llamaba mi atención; tenía los ojos rasgados, una mirada penetrante. Su cabello era un mar de rizos rubios, y sus labios eran tan carnosos que casi distraían la mirada de la nariz aguileña que le decoraba la mitad del rostro. Según Grace, todas ellas eran brujas de su linaje. A pesar de haber estado viviendo ya cuatro años con ella, nunca había prestado atención a cada uno de esos retratos, ni de los detalles del estudio.

Ambos nos pusimos de rodillas en su vieja alfombra azul y roja con estrellas y lunas. Grace me tomó de las manos.

-Ahora, Ezra, quiero que te concentres en sólo mi voz y nada más que mi voz. Todo ruido exterior te será totalmente ajeno- cerré los ojos y, aunque en mis parpados aún existía el titilar de las pequeñas flamas de las velitas que nos rodeaban, pronto me sumergí en la oscuridad de mi interior.

La voz de Grace era el único sonido que mis oídos captaban.

-Relájate, deja que mi voz te guie a través de esta experiencia. Una luz en ti empieza a brillar, permite que ilumine tu camino- pronto esa oscuridad se vio iluminada por una pequeña luz que emanaba de lo más profundo de mi ser.

En unos cuantos minutos la voz de Grace se convirtió en un susurro que acompañaba a esa luz, que se convirtió en una imagen de mi yo gatuno.

Me veía en tercera persona, como si estuviera viendo una película.

En una calle vacía, casi a punto de llover, vi a un gato negro acercarse a la ventana de una casa y de inmediato vimos lo mismo que él: una persona con larga melena negra saliendo por una puerta, mientras un hombre rompía un espejo con la fuerza de sus manos, mientras el pequeño gato salía disparado del lugar.

Después el escenario cambio, abriendo paso a la imagen del mismo gato negro deprimido, tirado en un almohadón rojo. No lo decía, pero ambos sabíamos que él estaba triste por no poder ayudar a la mujer con la cual sentía una extraña conexión. Una Grace del pasado estaba ahí, intentando consolar al pobre animal, pero nada lo hacía animarse más que la presencia de una mujer de hermosa cabellera negra y ojos grises que iba en busca de ayuda.

La imagen cambió. En ella se veía una reunión gatuna en una vieja casa. Uno de ellos parece maullar algo que hace que el gato negro de la escena salga corriendo de ahí, en búsqueda de la misma anciana mujer que antes intentaba consolarlo. Ella sabía lo que el gato le pedía, aún sin escuchar ninguna palabra proveniente de su hocico.

El escenario dio un último cambio, en el que se veía a la misma mujer tocando al gato. -Yo sé que esto duele, pero todo habrá valido la pena si aún así lo deseas- el gato no se movía pero, justo unos minutos después, se pudo oír a la bruja decir: ya casi estás listo, Ezra, sólo debes decir las palabras que cerrarán el ritual.

El pequeño gato habló. O al menos así lo parecía, porque su voz se podía escuchar en el interior de mi mente, profunda, desgarradora, adolorida pero fuere y tajante: ¡QUIERO SACRIFICAR LAS SIETE VIDAS QUE SE ME HAN DADO Y HACER DE ELLAS UNA!

La bruja, con pequeñas lágrimas en los ojos, siguió tocando al gato y preguntó- ¿Por qué quieres esto, felino?- el gato, retorciéndose aún más contestó con la poca fuerza que le quedaba- prefiero hacer de siete vidas felinas una vida humana y así poder estar con la mujer que amo- la anciana entonces continuó con el ritual.

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