Año nuevo

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Deirdre y yo mantuvimos nuestra relación en secreto de mi padre. No estaba seguro de cómo tomaría él la noticia, pero no quería que fuera a armar un escándalo por mi irresponsabilidad o lo que sea que fuese su excusa en ese momento. Además ya había causado suficientes estragos en el palacio, lo que mi padre menos necesitaba era un problema más que añadir a su lista.

El clima empezaba a notarse frío, nublado y con destellos amarillos y anaranjados de los árboles que empezaban a perder sus hojas y de las calabazas cosechadas que marcaban el fin de otro año. El festival anual estaba cerca y debía prepararlo con el mismo entusiasmo con el que lo hacía todos los años desde que tenía siete.

-¿Ya colocaron las calabazas que irán de decoración? Tú, Mal ¿Les has hablado a los músicos? No podemos hacer una fiesta si no tiene músicos, anda, que no tenemos todo el día- a pesar de la pésima relación con mi padre y de mi afán de destrucción por las cosas que me rodeaban, el festival siempre estaba bajo mi cargo.

Deirdre me visitó esa mañana para ayudarme con los preparativos pero, cómo se había vuelto costumbre entre nosotros dos, me separé un poco del barullo de la gente y nos fuimos al laberinto, donde la besé por primera vez. Se había convertido en un lugar muy especial para ambos.

-Querida ¿crees que ya es el momento de anunciarle a mi padre mi relación contigo?-además de haberla acusado de ladrona y luego retractarme, ella seguía siendo una plebeya. Mi padre quería continuar con la sangre real en su linaje.

-Creo que podemos anunciar nuestro compromiso en algún momento del baile, así habrá gente contenta que tal vez apoye nuestra relación y el rey no podrá armar un escándalo- era un buen punto a considerar y no podíamos, ni queríamos seguir escondiendo nuestro amor.

La tomé de las manos y la llevé a un rincón apartado donde la hice mía sobre las hojas muertas de los árboles a nuestro alrededor.

Era impropio, imprudente, impúdico (y muchos adjetivos más con im) que calificaban la relaciones que manteníamos a la intemperie, sin ningún tapujo, sin estar casados si quiera ni tener la aprobación de nuestros seres queridos y mucho menos del rey, como si fuera yo un simple lacayo o ella fuera una princesa de alguna corte real cercana.

Pero el amor que sentíamos el uno por el otro era verdadero, puro, y nos dejamos llevar por la sensación de libertad y adrenalina que nos proporcionaba la prohibición y el desconocimiento.

Deirdre era mía en cuerpo y alma y eso nadie nos lo podía quitar.

Al menos eso pensaba, pues no noté que alguien nos vigilaba desde la profundidad de los bosques, regocijada en el anonimato de nuestros extensos terrenos.

Al finalizar nuestro encuentro y después de terminar con los preparativos del evento que se celebraría en pocas horas, fui con Monik a que me recortara el cabello y me afeitara la tupida barba, que no dejaba de crecer nunca, bastante varonil para un hombre que cree que hay hadas y duendes viviendo en nuestros bosques, decía mi padre. Pero no podía hacer mucho al respecto; o me afeitaba la barba todos los días o dejaba de creer que había seres extraños en nuestros terrenos y ninguna de las dos era opción para mí.

-Monik, por favor, encárgate de mi persona, que las personas no tardan en llegar y debo de prepararme para el magno evento.

-¿Va a decirle a su padre de la aventura prohibida que está viviendo con esa sucia plebeya?- la sorpresa hizo que me moviera, provocando que Monik hiciera un corte en mi mentón.

-¿Qué sabes tú de eso?

-Oh, su majestad, lo sé absolutamente todo- sus grandes ojos almendrados daban la apariencia de una mujer depredadora, tenaz y despiadada. Si no la conociese hubiera apostado a que ella era una bruja.

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