La cura

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El palacio estaba adornado con las más finas y elegantes decoraciones. Candelabros de oro con velas de cera extraída de lugares inhóspitos; manteles de seda tejidos por gusanos de la India, importados sólo para el gusto personal de Monik. Ajuares con tela tan costosa que hubiera sido suficiente para alimentar a todas las familias del pueblo durante un mes entero. Carnes, vinos, quesos y manjares provenientes de las mejores granjas y cultivos.

Todo estaba dispuesto y preparado para la fiesta de las princesas.

-Rey Arthur, es un placer y un honor asistir a tan exquisito y elegante evento. Sus hermanas son afortunadas de tener a un hombre tan complaciente con ellas como lo es usted- Arthur había hecho fiestas similares para conseguir una esposa, pero nadie era digna para ocupar el trono de la reina. Además se desvivía por sus hermanas, y él prefería elegir al heredero fruto del vientre de alguna de ellas.

Las gemelas iniciaron el baile.

Mellie fue la primera en bailar con su hermano, pasando después a los brazos de un duque. Hombre refinado, educado y de aroma sutil a cedro. Prosiguiendo el turno a Nettie, quien después de bailar con Arthur fue recibida por los brazos de un chico alto, atractivo y con ojos peculiares.

Monik y Saith aun estaban indispuestos para bajar, la fiesta dio comienzo sin ellos para fortuna de los jóvenes que se enamoraban más y más el uno del otro en la pista de baile, y gozo de Mellie, quién había lanzado un ligero encantamiento a su padres para retrasar su llegada al baile.

-Usted se me hace conocido, por alguna extraña razón- Nettie hizo el comentario, sin dejar de bailar al compás de la música con Esdre, quien sentía un cosquilleo en el cuerpo tan fuerte que parecía magnetismo, pues no podía apartarse de la princesa, a sabiendas de que otros nobles querían tomarla en brazos y danzar con ella.

-Me parece que está usted equivocada pero, si no es indiscreción ni descortesía, me gustaría que aceptara mi invitación a salir de este atiborrado lugar y así poder conocernos mejor- la princesa accedió a la petición, justo a tiempo para evitar que su madre se encontrara de frente con su peor pesadilla.

Mellie siguió bailando con distintos nobles, hasta que sus pies cedieron y tuvo que sentarse a la mesa, junto con los demás, para degustar el banquete dispuesto para los invitados. Por supuesto estaba preocupada por Nettie, y más aún después de que su madre preguntara insistentemente por su paradero, limitándose a decir que ella se encontraba en el tocador y tardaría en bajar con los invitados.

-Espero que estés diciendo la verdad, Mellie- dijo su madre, obligándola a salir corriendo en busca de su gemela y advertirle del peligro que corría. No sabía porque, pero tenía esa sensación de que las cosas tomarían un rumbo fatídico al finalizar la noche.

-Tienes la mirada parecida a un pequeño amigo con el que Mellie y yo solemos jugar- Nett alzó el cuello, en busca del felino con el que había compartido horas de diversión. Esdre se tensó.

-¿En serio?

-Sí, de hecho anoche no fue a visitarme y...- Nettie miró profundamente a los ojos de Esdre, abriéndolos de par en par, dándose cuenta de una verdad terrible. Mell apareció para salvar al chico, por el momento.

-Nettie, necesitas entrar pronto. Sola. Mamá está buscándote y tengo un horrible presentimiento- tomó a su hermana de la mano. Indicando a Esdre que no debía entrar sino hasta cinco minutos después, mientras ella distraía a su madre para que no se diera cuenta de su presencia.

Y así lo hicieron.

Las gemelas, con sus pomposos vestidos, obstruyeron la vista de su madre para que el joven tomara un lugar en una mesa alejada, y así nadie notara que él estaba allí. Por lo menos no Monik.

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