Carpe Diem

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Por supuesto que mi corazón se aceleró al momento de recibir aquel mensaje en mi cumpleaños, nadie pude haberme hecho mejor regalo ese día, pero después de eso no volví a recibir noticias de Natalia.

Yo, obviamente, tuve que seguir con mi vida y aprender a vivir sin ella hasta que decidiera regresar y no estaba seguro de si ese momento llegaría en esta vida, en realidad ya no estaba seguro de nada.

Grace, la editorial y mis amigos fueron las únicas cosas que me mantenía a flote, con los pies sobre la tierra y que me hicieron olvidar poco a poco el enorme dolor que sentía en el pecho. Con el tiempo Natalia estaba empezando a doler menos, pero era imposible que desapareciera por completo. Nuestro amor no era solo de un instante, uno no olvida tan fácil por lo que se ha vivido una vez que lo sabe, hablando en este caso de nuestras anteriores vidas.

Yo solo esperaba que ella fuera feliz con la vida que eligió, aunque no estuviera yo en ella.

Los meses habían transcurrido lentos, los días mejoraron un poco y ya salía el sol en verano. Las aves cantaban alegres canciones y las personas llevaban un ligero tono rosado en sus mejillas, se les veía más felices, disfrutando de la vida. Para mí, en cambio, eran días terribles; me encantaba tirarme a los rayos del sol cuando era un gato, pero después de una o dos horas me ocultaba de él, para ya no volver a verlo hasta el día siguiente. Ahora como humano el Astro Rey no me agrada en absoluto y menos con el pésimo estado de ánimo que acarreaba: la piel me ardía, los ojos me dolían, sudaba... ¡SUDABA! No sabía que las personas podían ser tan repugnantes y oler tan mal cuando expedían agua del cuerpo ¡Y YO EXPULSABA AGUA POR TODOS LADOS! Apestaba apestar. Grace me ayudó a elegir un desodarante para ese problema que, hasta el momento, no se había presentado tan grave. Tal vez por el clima o porque no hacía mucho esfuerzo físico.

-¿Men Speed Stick? Aún sigo diciendo que huele mejor este- tomé un pequeño ejemplar con tapa rosa que olía a flores

-Sí, pero ese es de mujer y no creo que te ayude mucho a controlar tu mal olor-hizo el ademán de taparse la nariz con la mano. Llevé el Man Speed Stick que mejor olía y me lo llevé directo a casa, me lo puse después de tomar una agradable ducha con agua templada. De gato eso era lo peor que podían hacerme, ya me bañaba yo solo, no había necesidad de remojarme en una piscina de agua donde podía ahogarme sin problemas, pero de hombre la situación cambiaba y tomar una ducha o baño era la mejor parte del día.

Siempre hueles muy bien, a limpio. Yo por más que me baño y me pongo perfume no huelo a nada a mitad del día. Ese era el complejo que Natalia tenía, justo después de abrazarme decía que su olor era neutro y que yo siempre olía bien, pero era mentira. El aroma que la piel de Natalia expedía era parecido al de las hojas de los árboles. No muchos podrían identificar el olor o saber a qué me refiero, pues el aroma no es perceptible para la nariz humana a no ser que el árbol este húmedo y ahí el olor cambia. Natalia olía a las hojas de las árboles mientras aún están unidas a la copa; fresca, natural, pura. La esencia de su alma penetraba en mi nariz, pero ella solo podía oler mi bonita fragancia sintética.

No la culpaba para nada, solo habíamos estado juntos una vez para que ella pudiera apreciar el aroma de mi piel y yo tenía la habilidad de percibir el olor de su alma porque yo era diferente a ella en muchos sentidos. Era natural que su nariz solo se embargara de olores tan fuertes como los que son creados en fábricas.

Todos esos recuerdos permanecían grabados en mi mente, como si alguien reprodujera constantemente una película de memorias de ella y yo, y recordarla por la simple salida del sol no era la excepción, pero poco a poco me fui acostumbrando a la idea de estar sin ella.

Una tarde a mitades de verano, mientras yo me moría de calor en un puf que instalé en la casa nueva de Bigotes, una llamada entró a mi teléfono. Mi corazón latía siempre que eso sucedía, aún con la esperanza de escuchar su voz del otro lado de la línea, pero la mayor parte del tiempo eso nunca sucedía, y en esa ocasión, no fue distinto.

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