Abrakadavra

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Grace puso sus manos sobre mi cuerpo, choques eléctricos lo recorrían.

De pronto todo él empezó a acalambrarse, los músculos empezaban a dolerme y maullé por el dolor.

-Yo sé que esto duele, pero todo habrá valido la pena si aún así lo deseas- si hubiera querido salir corriendo hubiese podido hacerlo, si hubiera querido lastimarla para ya no seguir sintiendo dolor, así habría pasado, pero eso significaba estar lejos de la persona que amaba y eso significaba más dolor para mí. El dolor que mi corazón sentía por la falta de Natalia a mi lado era mucho mayor que los calambres que recorrían mi pequeño y peludo cuerpo.

Grace continuó con el ritual, hablando en alguna lengua que yo desconocía pero que me parecía haber escuchado antes. Y sin previo aviso mi cuerpo se tensó y todo se volvió oscuridad, mi vida pasó por delante de mis ojos; si así se sentía la muerte y este sacrificio era necesario con tal de estar con ella, sin duda habría valido la pena.

El ambiente se sentía húmedo. La lluvia se avecinaba, eso podía olerlo aún sin saber que era la lluvia. El cuerpo de seis seres iguales a mí yacían inertes a mi lado. El olor era insoportable, y emané un sonido que después reconocería como maullido. Maullaba para que alguien me explicara por qué todo era frío y peligro. Por qué ese olor que de mi nariz no se iba significaba que, de no suceder algo pronto, entonces yo olería igual que el resto.

Una. Dos. Mil gotas comenzaron a caer sobre los cuerpos que se encontraban en esa caja, en la cual también estaba yo.

Grgrgrgrrgrrr. Algo dentro de mí se estaba moviendo y esa parte entre las patas dolía. ¿Hambre? ¡Por supuesto! Tengo hambre, necesito comer. La última vez que lo hice el cuerpo más grande dentro de esta caja aún me alimentaba de un líquido amarillento que salía de su pecho.

Hambre. Frío. Peligro. Maullaba cada vez más fuerte intentando que alguien me escuchara. Era inútil.

Mi garganta dolía. Mis maullidos fueron cesando y mis ojos empezaban a cerrarse, lentamente, mientras las gotas frías caían sobre mí, sin dejar libre una sola pulgada de mi cuerpo.

¿Esto es todo? El fin de mi corta vida

-Pequeño, o pequeño ¡pobrecito! Ven, que yo te llevaré conmigo. –una calidez embargó mi cuerpo y la lluvia cesó de pronto- ¡Que tragedia! Tu mami... tus hermanitos... pero no te preocupes, que todo estará bien. Vamos a casa- esas palabras significaron todo. De pronto parecía que el mundo estaba bien y que no era el final, después de todo.

-Cymerwch y saith bywyd yma a'u gwneud yn un- esas fueron las últimas palabras que escuché decir a Grace antes de que una luz brillante de la luna me cegara justo después de la oscuridad y mi cuerpo se estiró tanto que el shock me hizo devolverme a la oscuridad absoluta.

Silencio.

Abrí los ojos.

¿Desde cuándo la luz de la luna era tan brillante?

Grace estaba a mi lado, acariciándome. Sus ojos estaban llenos de lágrimas y tuve que luchar contra el impulso de restregarme en su falda, pues todo el cuerpo me dolía como si una de esas máquinas de tortura medievales lo hubiera estado aprisionando durante semanas enteras. Apenas tuve el valor de abrir los ojos.

-Mi pequeño ¿Cómo te encuentras?- me preguntaba como si yo tuviera esa capacidad de responder, pero de pronto, miles de pensamientos cruzaron por mi mente.

-Todo me duele- ¿ESE ERA YO? ¿Acaso pude decir, por primera vez, lo que pienso? Después de cuatro años felinos ahí estaba yo, diciendo mis primeras palabras.

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