Libres

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-No podría pasar otro día más sin ser tu esposa, Ezra, por supuesto que acepto casarme contigo- el alma me regresó al cuerpo en el momento en que la oí decir aquellas palabras. Por un momento un mini infartó me invadió cuando dijo que no, creí que lo decía en serio, que a pesar de amarme con locura eso no impediría que uniera su vida a la de un gato.

Pero al parecer todas esas ideas habían desaparecido, y ahí estaba yo, abrazando a la mujer que amaba, besándola con pasión, mientras nuestra canción sonaba de fondo y yo me volvía el hombre más feliz del mundo.

-Creo que entonces solo queda planear la boda

-Por supuesto, pero primer acabemos nuestra cita- ambos disfrutamos de aquel día, como si estuviéramos enamorándonos nuevamente bajo aquel cielo de estrellas en el que yo veía reflejado mi hermoso futuro con ella.

Y así transcurrieron los días y los meses, cada uno más largo que el otro mientras yo planificaba mi boda con Natalia y continuaba escribiendo historias para la editorial. Ella mantenía su trabajo como enfermera y Grace nos apoyaba en todo lo que podía para hacer de ese día un momento mágico en verdad, y ya no lo decíamos literalmente, pues mi madre había decidido dejar de usar la magia casi en su totalidad para así poder acostumbrarse a la vida como una simple mortal.

Grace estaba orgullosa de su progreso, aprendía más cosas todos los días y Bertha no dudaba en enseñarle cosas en las que ella hubiese usado la magia para salir del paso, pero lo que más le inflaba el pecho de orgullo era el anillo de amatista que Natalia enseñaba a todos con orgullo, aquella vieja reliquia que había pertenecido a familias puras de Salem y que ahora estaban en las manos de una mortal, aunque no fuera una mortal cualquiera pronto todo eso acabaría y entonces por fin podría pertenecer al inicio de una generación libre de magia y noble, que mereciera toda la pena.

Los detalles fueron cuidados meticulosamente. Natalia decidió usar un vestido blanco corte A con escote en la espalda y de encaje en el torso que yo no pude ver hasta que ella se encontraba caminando hacia mí en el altar. Nuestra boda se llevó a cabo varios meses después de que le propuse matrimonio, así que nos dio tiempo suficiente para celebrar las festividades restantes del año junto con el resto del barrio y mis amigos gatunos.

La tarde de Halloween, Natalia y yo nos encontrábamos paseando por el barrio, disfrutando de las decoraciones de las casas un tanto macabras y de los disfraces de los niños que salían a pedir dulces muy al estilo americano. La fiesta anual estaba por llevarse a cabo y muchos ya se dirigían con sus mejores disfraces hacia la plaza principal.

Natalia y yo llevábamos vestuarios sincronizados: ella se había convertido en Gatúbela y yo en Batman pues le pareció que le hacía un pequeño guiño a mi alma, sería una pequeña broma entre nosotros dos. Y así, adelantándonos un poco a Grace, salimos de la casa para dirigirnos a la fiesta.

-¿Qué sentiste?

-¿Perdón?- la pregunta me tomó totalmente desprevenido

-¿Qué sentiste la noche del año pasado cuando dejaste de ser gato y te transformaste en el atractivo y bello hombre que eres ahora?- una sonrisa emanó de sus labios. Yo por supuesto le expliqué que el dolor que había sufrido si había sido bastante: era como si mi cuerpo estuviera desgarrándose, estirándose hasta su máximo nivel y justo cuando sentía que no podía más ahí estaba, estirándose de nuevo, tomando una forma extraña, creciendo. Pero, le dije, ese dolor no era nada comparado con el que mi corazón sentía cuando la veía sufrir y yo no podía hacer nada para poder consolarla, para estar a su lado en todo momento, ese dolor sin duda era un millón de veces peor que el que atravesé para poder estar con ella.

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