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Elara

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Elara

Era de noche. Me estaba preparando para ir a la fiesta del Club de la Isla, me había puesto un vestido satinado ceñido a la cintura de color granate que me llegaba hasta medio muslo. Tenía algunas piedras preciosas decorando la parte que formaba el cuerpo, destellantes, haciéndolo destacar. Esa era una de las cosas que me gustaba de formar parte de los Kooks: ir elegante, hacer que la mandíbula de las personas tocase el suelo al verme pasar. Y Dios, yo amaba ese vestido rojo. Mi pelo castaño semirecogido estaba más brillante y sedoso que nunca, no podía parar de mirarme al espejo. La verdad es que me sentía bien. 

Me pregunté cómo estaría Kiara mientras me ponía los tacones. Sabiendo que ella no soportaba en absoluto las fiestas de Kooks... aunque tal vez si estaban sus amigos se animaría un poco. Otra de las razones por las que me había esmerado tanto en estar lo más presentable posible esa noche, prácticamente iba a conocer a todo el mundo. O a volver a verles después de años. ¿Pensarían los amigos de Kiara que era igual que los demás Kooks? Me daba algo de miedo. Tampoco es que me apasionasen las fiestas de ningún tipo, así que estaba el doble de nerviosa por cómo se desarrollarían los sucesos de la noche. Las expectativas eran bajas. 

El resto del día me lo había pasado todavía desempaquetando cosas para la casa y yendo a comprar con mi madre decoración (cómo no). Necesitaba algo de movimiento, poder reír un rato... así que esa noche me daba rienda suelta. Quería pasármelo bien de verdad, dejarme llevar un poco, volver a disfrutar de Outer Banks y de lo que me ofrecía. 

Cuando llegamos, me sorprendió que hubiese tanto ambiente. Habían organizado la fiesta fabulosamente. En la parte de dentro del edificio de eventos, había una zona de canapés y copas donde la gente charlaba tranquilamente de pie mientras una banda de jazz tocaba en el escenario de enfrente. Fuera habían montado una zona chill out con sofás, mesas y cómodas sillas donde sentarte a probar alguno de los cócteles de la carta y, a unos metros de esta, una pista de baile que parecía llamar la atención de los más jóvenes. Sonaba música actual, con ritmo, y había luces moradas y azules que se mezclaban en la pista, cubriendo los cuerpos de los que bailaban al son de las canciones. 

Al principio fue algo incómodo porque me dediqué a seguir a mis padres, que charlaban con algunos conocidos. Comí unos pocos canapés para llenarme el estómago aunque para ello habría tenido que comerme quinientos. 

—Elara, nosotros nos quedaremos por aquí— me dijo mi madre. Obviamente no creía que saliesen de dentro del edificio—. Tu padre está allá con Ward— los señaló con la cabeza—, y yo me quedaré con tu tía Anna. ¿Por qué no buscas a tu prima? Estará en el chill out o en la pista de fuera, seguramente. 

—Sí, ya— asentí—. Nos vemos luego. 

No me extrañaba quedarme sola, era algo que ya tenía previsto que ocurriese. Siempre había sido así. Papá con Ward, mamá con mi tía Anna. Y todavía más después del accidente, a veces parecía que no podían mirarse ni a la cara. Entiendo que era duro para ambos pero tenían que ayudarse mutuamente, permanecer juntos anímicamente. Nunca había hablado con ellos sobre el tema, creo que pensaban que estaba ciega y no me daba cuenta de ello, pero su relación tenía fecha de caducidad y parecía ser yo la única que lo tenía más que claro. 

Limerencia || Rafe CameronDonde viven las historias. Descúbrelo ahora