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Elara

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Elara

La primera vez que le llamé de vuelta, no me contestó. Y cuando volví a marcarle, me sorprendió no escuchar su voz al otro lado de la línea.

—¿Elara?— dijo.

—¿Rafe?

—No, soy Topper— respondió.

Algo andaba mal. ¿Por qué respondería Topper las llamadas de Rafe? Me incorporé en la cama y froté mis ojos, tratando de espabilarme. La noche anterior había sido larga y estaba extremadamente cansada.

—¿Topper? ¿Qué pasa? ¿Dónde está Rafe? Me he despertado y tenía un montón de llamadas suyas y...

—Rafe está en el hospital, Elara— me interrumpió.

En ese momento sentí que el tiempo se congelaba. Quedé perpleja durante unos segundos, sin saber qué decir, deseando haber entendido mal o que fuese una broma de mal gusto. Pero Topper no parecía rectificar. Escuchaba su voz entrecortada al otro lado de la línea, el cansancio en sus pequeños suspiros...

—¿Qué?— fue lo único que pude articular.

—Ayer tuvo un accidente de coche.

Y con esa afirmación sentí que el corazón me daba un vuelco. Me levanté de la cama con rapidez, pasando una mano por mi pelo, notando cómo se formaba un nudo en mi estómago por los nervios.

—¿Qué? ¿Está bien?

—Sí, está bien, solo unas contusiones, algunos rasguños en las manos y en la cara... Lo mantendrán en observación unas semanas...— hizo una pausa, donde pude notar que titubeaba—. Dice que quiere verte, ¿podrías venir?

—Claro, voy para allá.

Al parecer había estado sosteniendo la respiración desde que Topper me dijo lo del accidente, porque en cuanto me afirmó que Rafe estaba bien, cogí una gran bocanada de aire. Como si me hubiese estado ahogando bajo el agua y acabase de salir a la superficie.

Gracias a Dios que estaba bien.

Rebusqué entre las cosas de Oliver para ponerme algo cómodo para ir al hospital, seguramente no le importaría. Era eso o ponerme el vestido verde manchado de sangre del Midsummer. Encontré unos pantalones vaqueros cortos que me quedaban hasta las rodillas, los cuales tuve que asegurar con un cinturón para que no se me cayesen, y una camiseta gris con un diseño gráfico.

Me aseé como pude con los productos del baño de Oliver y bajé las escaleras con rapidez. Escuchaba un murmullo en la cocina por lo que supuse que él o su padre Mark debían estar allí.

—¿Oliver?— pregunté.

Se asomó por la puerta de la cocina. Seguía llevando su pijama y su pelo rizado estaba completamente revuelto. Llevaba un trapo colgando de uno de sus hombros y en sus manos sostenía una sartén y una espátula de madera.

Limerencia || Rafe CameronDonde viven las historias. Descúbrelo ahora