Limerencia; estado mental obsesivo e involuntario, propio de la atracción romántica por parte de una persona hacia otra. Implica un anhelo de reciprocidad, pensamientos, sentimientos y comportamientos obsesivo compulsivos y dependencia emocional.
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Elara
Rafe no tardó en ayudar a que me levantara del suelo y yo a penas podía mirarle a la cara siquiera. Mi mente no se encontraba en el momento presente, lo único que se me pasaba por la cabeza era la necesidad asfixiante que tenía por irme de la playa. Sentía que estaba al borde de tener un ataque de pánico.
—Cuidado, cumpleañera— me dijo mientras me agarraba.
No se había olvidado.
—Te estaba buscando, El— siguió—. ¿Podemos... podemos hablar?
Sus palabras sonaban distantes en mis oídos, como si alguien cubriese ambas de mis orejas. Mis ojos se movían de un lado a otro de forma nerviosa, ignorando completamente a Rafe y tratando de encontrar a mi prima con la mirada.
—Tengo... Tengo que irme— sentí que el pecho se me comprimía—. Tengo que irme.
Ni siquiera era consciente de lo que le estaba diciendo. Rafe notó que algo no iba bien enseguida, porque aunque traté de marcharme dándole un leve empujón para hacerme paso, giró sobre sus talones y me agarró de la muñeca para ponerme frente a él de nuevo.
—¿Estás bien?— me preguntó, sus ojos celestes buscando encontrarse con los míos.
Yo no podía mantenerlos abiertos. De pronto todo era demasiado. La música, las voces, la luz del fuego de las hogueras, la brisa de la playa, su mano clavada en mi brazo... Llevé una mano a mi pecho, que había comenzado a subir y bajar deprisa. Un dolor punzante acompañaba el movimiento y me dificultaba la respiración.
—Elara— Rafe me llamó, con el ceño fruncido, claramente procupado—. Elara, mírame. ¿Qué pasa?
—Tengo que... irme— repetí.
—¿Quieres que te lleve a casa?
—Yo... tengo que... que... tengo que...
—Eh, Elara— me sacudió ligeramente, tratando de espabilarme—. Me estás preocupando. ¿Qué ha pasado? Habla conmigo.
—Ha intentado... Él ha... ha intentado...
Traté de explicárselo, pero terminé negando con la cabeza, porque las palabras se habían quedado atascadas en mi garganta de nuevo. Intenté coger una bocanada de aire pero no podía. No podía respirar. Y no me di cuenta de que estaba llorando hasta que pude saborear las lágrimas saladas en mis labios. Con el primer sollozo, el aire que quedaba en mis pulmones salió fuera y cuando me di cuenta de que no podía hacerles llegar más de forma regular, comencé a hiperventilar.
Rafe se asustó. Lo supe por la manera en la que me cogió de forma nerviosa y trató de hablar conmigo para ayudarme, pero no entendí nada de lo que me dijo. Yo solo lloraba y lloraba, sintiendo que moriría asfixiada en cualquier momento. Aunque en el fondo, lo deseaba con todas mis fuerzas.