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Rafe

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Rafe

Mark Vernon no había muerto. Cuando Elara se marchó arriba aterrorizada por lo que acababa de hacer, yo me acerqué al cuerpo del hombre y me di cuenta de que seguía respirando débilmente. Si se lo decía a Elara, la cual pensaba que acababa de asesinar a una persona, se volvería loca por tratar de remendar sus impulsos. Trataría de ayudar a Mark, lo que causaría una discusión entre ella y yo. Si llevábamos a Mark al hospital para salvarle la vida, descubrirían que yo era el culpable de la muerte de Oliver. Acabaría pudriéndome en la cárcel y estaría lejos de Elara para siempre. No podía permitir eso. ¿Cómo iba a permitirlo? Después de todo lo que había hecho por ella.

En cambio, si acababa con la vida de Mark y permitía que Elara pensara que ella era la que lo había matado tratando de protegerme, jamás podría dejarme. No después de lo que los dos habíamos hecho. Estaríamos juntos para siempre.

Así que, como era obvio, me deshice de Mark. Enrollé su cuerpo en un montón de bolsas de basura, asegurándome de que se ahogara con la que coloqué sobre su cabeza. Era inviable limpiar todo el desastre teniendo en cuenta que Elara estaba sola en el piso de arriba y yo quería estar ahí para ella, así que simplemente escondí su cuerpo en un armario que cerré bien con llave. Limpié de forma desastrosa la sangre del suelo y, con las manos manchadas de esta, subí las escaleras con rapidez para comprobar el estado de mi novia.

Vi que la luz del cuarto de baño estaba encendida.

—¿El?— pregunté con suavidad, asomando la cabeza por la puerta.

Elara estaba frente al espejo, mirando su reflejo con los ojos abiertos como platos, llenos de miedo y confusión. Estaba en shock. Ni siquiera se inmutó cuando entré en el baño junto a ella, su mirada estaba fija en su reflejo. Estaba repleta de sangre. Su cara, su pelo, su jersey, sus manos, sus pantalones... incluso los zapatos. Me dolió verla así. Pero era mejor verla así a mi lado que lejos de mí.

Me acerqué a ella con cuidado porque no sabía cómo reaccionaría. Sin embargo se mantuvo inmóvil. Me coloqué detrás de ella, buscando sus ojos a través del reflejo del espejo. Me di cuenta entonces de que yo también estaba lleno de sangre. Posé mis manos sobre sus hombros y las deslicé por sus brazos, acariciándole de forma cariñosa. Sentí que se tranquilizaba ante mi tacto, destensando su postura rígida. Le di la vuelta, para evitar que siguiera martirizándose mirándose al espejo.

—Te quiero— le dije.

No contestó. No se lo tomé en cuenta, porque no parecía ser consciente de lo que ocurría a su alrededor, parecía estar muy metida en sus propios pensamientos, completamente ida. Necesitaba tiempo para procesarlo. Y yo sabía lo que vendría después de eso, sobretodo conociéndola. Su ansiedad empeoraría, dormir se convertiría en algo complicado, las pesadillas atormentarían sus días, lloraría como nunca antes lo había hecho... Pero estaríamos juntos. Yo estaría con ella y la cuidaría. Me aseguraría de administrarle la medicación, me encargaría de desvelarme con ella, de socorrerla si la culpa se hacía pesada... Y con el tiempo todo estaría bien otra vez.

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⏰ Última actualización: Apr 14 ⏰

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Limerencia || Rafe CameronDonde viven las historias. Descúbrelo ahora