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Rafe

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Rafe

Tras dejar a Elara y a mi hermana, me dirigí directamente a mi casa. Dejé el coche fuera y entré dando tumbos y haciendo el máximo ruido posible; pegando un fuerte portazo al cerrar, tirando las llaves al suelo, encendiendo y apagando las luces, pisando con ímpetu cada escalón de la escalera... Hasta que logré mi cometido, que era despertar a Rose o a mi padre.

Fue mi padre el que apareció por el pasillo del segundo piso, en pijama, frotándose los ojos y con cara de pocos amigos. Agradecía que no fuera Rose porque me ponía siempre de los nervios y una interacción con ella habría sido muchísimo más insufrible.

—Rafe, ¿se puede saber qué es todo ese ruido?— dijo. Todavía parecía somnoliento—. Son las cuatro y cuarto de la mañana.

—Perdón, perdón— respondí, arrastrando las palabras a propósito.

Sus ojos se abrieron del todo al escucharme hablar y me observó con detenimiento, ladeando la cabeza.

—¿Estás borracho?

—No...— reí—. Bueno, solo un poco.

En realidad no, pero debía aparentarlo.

—¿Y has conducido así?— ahora parecía decepcionado y molesto—. ¿Cómo se te ocurre?

Después del accidente que tuve, tanto él como Rose habían estado muy atentos a mi estado cada vez que utilizaba el coche. Que sacara el tema de nuevo me hizo rechinar los dientes, porque estaba muy cansado de que me echaran eso en cara una y otra vez.
Traté de contenerme.

—¿Qué importa eso? Ya he llegado a casa.

Él suspiró decepcionado, agachando la cabeza y pellizcando el puente de su nariz. Seguramente estaba demasiado cansado como para discutir conmigo.

—Vete a dormir— me ordenó—. Mañana hablaremos, estoy cansado de tu actitud y de las estupideces que haces últimamente.

—Lo siento, papá.

—Y no hagas más ruido— siguió, ignorando mis disculpas—, mañana trabajo temprano.

Asentí. Se esperó a que entrara en mi habitación y una vez estuve dentro y cerré tras de mí, sonreí para mí mismo porque mi plan iba a la perfección.

El tiempo que Elara estuvo en el hospital fue suficiente para pensar una manera de deshacerme de Oliver para siempre. Iba a matarle. Tenía el pensamiento nublado por esa única idea y era muy difícil que se marchara. Era algo que llevaba deseando desde que había decidido entrometerse en mi relación con Elara, pero siempre había sabido contener esos impulsos. Como cuando me detuve antes de dejarle inconsciente del todo cuando le di una paliza.
Pero ya no iba a retenerme más. No después de lo que le había hecho. ¿De verdad creía que podría salirse con la suya? ¿Que podría herir a Elara y no tener consecuencias? Y como la supuesta justicia ya le amparó una vez, no iba a permitir que fueran dos. Yo tomaría justicia por mi mano. Elara no había sido la primera chica que había tenido que sufrir su repugnante abuso, pero sería la última.

Limerencia || Rafe CameronDonde viven las historias. Descúbrelo ahora