Limerencia; estado mental obsesivo e involuntario, propio de la atracción romántica por parte de una persona hacia otra. Implica un anhelo de reciprocidad, pensamientos, sentimientos y comportamientos obsesivo compulsivos y dependencia emocional.
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Elara
La sorpresa de Rafe fue llevarme ese mismo fin de semana a las Bahamas. Al haberse reconciliado con su padre, Ward le permitió volver a usar los lujos de los que disponían. El viaje estuvo bien, a pesar de alguna discusión estúpida que solucionamos enseguida. Me enseñó los lugares a los que solía ir cuando era más joven y me contaba anécdotas de sus fechorías. Parecía feliz. Creo que jamás había visto a Rafe así desde que lo conocí años atrás, cuando estaba conmigo era muy genuino y alegre. Fue simplemente maravilloso pasar ese tiempo juntos. Y solos. Rafe fue un completo caballero, me llevó a cenar los dos días que estuvimos allí, me compró flores, alquiló una moto de agua y también un barco donde nos pasamos todo el sábado bebiendo champán, nadando y bailando al son de la música que sonaba. Desde allí, vimos los fuegos artificiales de un casamiento que tuvo lugar en la playa, por entonces Rafe me estaba abrazando por la cintura, y me susurró al oído que algún día seríamos nosotros. No supe si tomarle en serio así que solo me reí levemente, aunque en el fondo deseaba que sus palabras fuesen honestas.
Esa misma noche perdí mi virginidad (o más bien lo que la sociedad considera virginidad) con Rafe. Fue muy cuidadoso conmigo y se aseguró de que estuviese bien, lo cual hizo que me relajara y que todo fluyese mejor. Sin embargo, no conseguí llegar al orgasmo, lo cual me avergonzaba ya que no quería que Rafe se acomplejara por cualquier motivo. Pero no fue así, él intentó complacerme de verdad, y me explicó que es normal que no pudiese llegar la primera vez, que no me preocupara, que la próxima sería diferente. Que mi cuerpo se acostumbraría a la sensación.
Ahora me sentía mucho más unida a él.
Para cuando volvimos, Rafe se había vuelto a instalar en su casa. Seguía empeñado en que no quería suponer una molestia para mi familia. Agradecía pasar tiempo con él, pero también agradecía que cada uno tuviese su espacio y que las cosas entre los dos fuesen ocurriendo de forma natural, sin presiones.
—¿Cómo vas, Elara? ¿Ya sales?
Era Kie. Estaba con ella y con Sarah en el centro comercial de la ciudad, la Fiesta Estival estaba cerca y tenía que encontrar un vestido. La idea de ayudarme con eso fue de Sarah, que me escribió por mensaje preguntando si ya sabía qué iba a ponerme. Y cuando dije que no, pareció emocionarse. Como si tuviese un nuevo proyecto con el que gastar su tiempo. Casi que así era. Avisó a Kie y a la mañana siguiente estábamos cogiendo el ferry las tres para ir a la tienda más cara de vestidos inimaginable.
Seguía un poco resentida con ellas, con la inseguridad de no saber quién fue la persona que le dijo a Rafe que me había visto con Oliver. Todo apuntaba a ellas. Nadie más sabía eso. Pero no quería sacar el tema a relucir, eran las únicas personas que conocía de la isla, lo más cercano a una amistad que tenía en esos momentos, tras la decisión de Oliver de alejarse de mí por cualquier motivo. No quería quedarme sola.