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Rafe

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Rafe

Elara. Elara acababa de entrar en el baño, levantando ligeramente su vestido verde con las manos, con una clara expresión ansiosa que se acentuó al ver lo que estábamos haciendo.
Supe que lo había estropeado todo en ese mismo instante. Por su mirada, por la forma en la que torció los labios, por las lágrimas que amenazaban por caer de sus ojos.

¿Pero qué iba a hacer? Oliver había roto nuestro pacto, había decidido ser una amenaza para la vida de Elara y para la mía. ¿Y es que a caso no se lo advertí? ¿Pretendía entrometerse entre nosotros de nuevo como si nada? ¿Y salir impune?

Si tan solo ella supiera cuál era la verdadera cara de Oliver Vernon... La que escondía tras esa fachada de chico perfecto, de niño bueno... Si tan solo ella supiera cómo Oliver me miraba cada vez que se acercaba a Elara, tratando de hacerme rabiar y sabiendo que lo conseguía. Si supiera cómo la devoraba con la mirada, cómo yo casi podía leerle la mente y saber que le arrancaba la ropa prenda por prenda...

Si Elara supiera que su amigo era un lobo disfrazado de cordero, esa escena del baño sería diferente. Ella me habría dado las gracias, habría corrido a mis brazos y se hubiese sentido protegida en ellos. Pero no fue así. Lo primero que salió de su boca fue:

—Oliver...

Casi en un susurro. E inmediatamente corrió hasta él, agarrándolo como pudo, sentándole en uno de los bancos de la parte del vestuario. Topper y Kelce se alejaron de ellos dos y me miraron, expectantes. ¿Cuál era el siguiente paso?

—Elara, puedo explicarlo— le dije, acercándome a ella.

Para entonces mi novia ya había estallado en llanto y trataba de recibir algún tipo de reacción por parte de Oliver, sacudiéndolo ligeramente y acercándose a él para asegurarse de que respiraba.

Levantó una mano en mi dirección para que no la tocara. Pero su centro de atención seguía siendo el moreno de rizos.

—¿Oliver? Responde, por favor.

—Ari...— pareció entreabrir los ojos—. Estoy bien.

Elara suspiró sonoramente antes de dirigirse a Topper y Kelce.

—Llamad a una ambulancia. ¡Rápido!

Ellos titubearon al principio, pero salieron del baño apresuradamente. No llamarían a ninguna ambulancia. Pero tomaron esa oportunidad para poder escaquearse del problema. Yo habría podido hacer lo mismo pero ella jamás me lo perdonaría. Tenía que hacerle entender lo ocurrido. Elara me entendería. Siempre lo hacía, ¿no?

Volvió su mirada a mí.

—¿Cómo se te ocurre?— dijo entre sollozos—. Solo haces daño, Rafe. Te dedicas a hacer daño. Una y otra vez.

—Eso no es verdad.

—¡Sí lo es!— gritó—. ¿Por qué haces esto? ¿Por qué no puedes aceptar que tenga amigos?

Limerencia || Rafe CameronDonde viven las historias. Descúbrelo ahora