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Esas palabras resonaban una y otra vez en la cabeza de Yang-mi como una típica canción pop que escuchas en la radio, haciendo que en lugar de dejarse arrastrar opuso resistencia al jalón de Linden.

Analizó que así es como se podría resumir su primera vida como Roseanne, volver siempre a los lugares que le causaban dolor y tristeza como aquella torre donde la confinaban sin una pisca de consideración, disculparse de cosas que no había hecho, absurdo así es como los demás consideraban sus deseos o sentimientos y ella nunca había hecho nada para cambiar eso, por el temor de que si no obedecía estaría aún más lejos de recibir amor.

Ella tachaba a Rachelle de cobarde cuando ella en el pasado no era capaz de poder defenderse del daño que se hacia así misma al permitir que todos la utilizarán como una muñeca que no querían pero que eran lo suficientemente egoístas para no dejarla ir porque les brindaba gran entretenimiento jugar con ella para luego botarla y así seguir ese ciclo de dolor tan absurdo en el que se permitía estar.

Pero ella ya no era esa Roseanne, está vez ella dijo que no se permitiría volver a ser estúpida, está vez ya no viviría siendo dominada por los sentimientos.

De un brusco tirón se zafó de aquella mano que en el pasado jamás se atrevería a soltar y dirigió su mirada a aquellos ojos que alguna vez fueron su perdición, aquellos ojos en los que alguna vez se quiso ver reflejada y que al sentirlos sobre ella se sintiera amada y protegida, pero lo único que pudo recibir de ellos fue una frialdad arrasadora que acabo por marchitarla.

—Su alteza seguro ya sabe cual es mi situación en estos momentos, una en la cual me envolví voluntariamente—hizo una breve pausa y se dirigió a abrir la puerta—Así que le pido con todo respeto que no se involucre en ellos, pase lo que pase yo seré la única responsable y está más que asegurado que la familia real no estará involucrada, una vez más agradezco su preocupación pero espero sea tan amable de retirarse ya que no tengo la intención de volver con usted—hizo una reverencia—Lamento haberlo hecho perder su valioso tiempo con mis absurdos problemas.

El joven al ver su palma vacía que hasta hace unos segundos atrás sostenían la pequeña y delicada mano de Roseanne inconscientemente las cerro fuertemente en un puño.

"Mujer egoísta"

—Entonces contéstame una pregunta Roseanne, solo así me iré—dijo el príncipe mientras se acercaba a la puerta—¿Realmente aquello por lo que te niegas tan frenéticamente a volver conmigo lo vale?—preguntó a unos centímetros del rostro de la joven de ojos fucsia.

En esa posición podría observar bien sus expresiones y saber si le estaba mintiendo.Es que simplemente no podía entender está situación mejor dicho no podía entenderla a ella, como era eso de querer romper el compromiso luego hacer un escándalo en su propia fiesta de cumpleaños para posteriormente después de todos sus intentos de ser aceptada en el Ducado Park solicitar una anulación familiar.

Sin duda durante los últimos años estar con Roseanne se había vuelto en un constante juego de acertijos y encrucijadas que hasta este punto sobrepasaron los límites de lo entendible para su persona, acaso era tan difícil para ella estar tranquila sin meterse en algún nuevo escándalo cada semana.

—Sí su alteza, para mí conseguir aquello es mejor que cualquier propiedad, riqueza y con todo respeto corona que puedo llegar a poseer—respondió con firmeza Rosé para luego alejar su rostro del príncipe.

Sin duda el ser doctora y poder ayudar a los pacientes con sus problemas de salud valía muchísimo más que cualquier riqueza que podía llegar a tener siendo emperatriz.

Aquella vez que habló con la emperatriz sobre sucederla, no le mintió del todo al decir que no sentía que eso sea algo para lo que ella era apta, la Roseanne del pasado había invertido sangre, sudor y lágrimas en esa meta pero por qué lo había hecho, tal vez realmente deseaba ser la madre de una nación y velar por todos o simplemente era un medio que podía usar a su beneficio para conseguir el amor y atención que tan desesperadamente buscaba, y a la conclusión que llegó fue que probablemente sea la segunda opción.

También este tiempo la hizo replantearse otra cosa.

"¿Realmente alguna vez amo a Linden?, O fue sólo una obsesión por sentirse amada a como diera lugar"

Una vez la psicóloga Nam Ae Ri que trabajaba con ella en el hospital de Corea del Sur, le dijo que las personas que jamás han recibido amor no saben exactamente como es ese sentimiento por eso es fácil para ellos confundir cualquier estímulo ya sea un apretón de manos o una cachetada como amor, y si no son tratadas pueden llegar a tener grandes consecuencias.

Entonces asocio aquello con su comportamiento pasado, ahora era el único factor que encontraba para tratar de entender su estúpido actuar.

El príncipe también alejó su rostro y comenzó a caminar afuera de la casa, pero antes de salir se detuvo unos breves segundos y volteó a mirar a Rosé.

—Entonces estaré esperando a que me lo demuestres Roseanne y si fallas volverás—y siguió su camino hasta subirse encima de su caballo—Lo último no es una opción sino una orden—dijo por última vez para luego emprender su camino de regreso al palacio.

*Suspiró*

La joven cerro la puerta y instintivamente comenzó a caminar en dirección a aquel rectangular espejo que se encontraba colgado en esa sala.

Cabello rubio con matices rosa, ojos fucsia que la miraban devuelta, tan diferentes del cabello rubio casi platino y ojos verde jade con los que despertó en este mundo, no le extrañaba la reacción de Linden incluso aún para ella era raro adaptarse de nuevo a ellos, en su primera vida se obligo tan absurdamente a ocultarlos asumiendo que tal vez de esa forma ya no se parecería a la primera duquesa y por lo tanto la lograrían amar.

"¿No tenías límites?"

Pero ahora no le interesaba seguir ocultandolos, ya que mantener aquella falsa apariencia en este punto era absurdo, mirando en el pasado podía recordar que desde que tenía nueve años colocaba tinte en su crema para el cabello pasando así de matices rosa a platino además se había incrustado piedras mágicas en sus ojos a modo de lentes de contacto volviendolos de fucsia a jade.

—¡Mi niña!—exclamó preocupada la señora Merry mientras bajaba apresurada las escaleras.

Eso sacó de sus pensamientos a la joven que al instante sintió un punzante dolor en su mano izquierda a medida que algo caliente descendia por su brazo notando así que su mano estaba estampada contra el espejo.

"¿Qué me sucede?"







《Está vez no buscaré el amor》Donde viven las historias. Descúbrelo ahora