Capítulo 62: El poder de Artemisa

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Olimpo, 30 de abril

-Están aquí.

Elisabeth se levantó de un salto.

El ejército de los Titanes había llegado. Debido a la lluvia y a lo lejos que estaban las puertas, no fue capaz de distinguirlos. Pero sabía que eran muchos. Miles de ellos. No serían capaces de vencerlos. Su única oportunidad era vencer a Cronos. El destino del Olimpo dependía de ello.

-¡Hay que conseguir que Sergio, Erik y Aleksei lleguen al interior del Gran Templo! ¡Son ellos quienes deben vencer a Cronos!

Sergio oyó la llamada de su líder. Hasta entonces había estado anulando todas las llamas de Prometeo que era capaz. Apartó la vista de su trabajo y corrió junto a Elisabeth. La lluvia la convertía en una figura oscura.

-¡Primero tenemos que matar a los Titanes!- gritó, refiriéndose a Hiperión, Atlas y Prometeo.

Elisabeth asintió levemente.

-Busca a Aleksei y acabad con Hiperión. Luego entrad en el Gran Templo. No miréis atrás.

Elisabeth abandonó a Sergio y corrió hacia Atlas. El Titán continuaba peleando contra Oldrik, en un intercambio de golpes, gases narcóticos y arremetidas del cielo. La guerrera clavó su lanza en el costado de Atlas sin demora. Al Titán le pilló por sorpresa y cayó de rodillas. Acto seguido realizó un barrido y tiró a Elisabeth.

-¡Hay que inmovilizarle!- chilló Alyssa mientras disparaba flechas de la luna.

Las llamas blancas no se apagaban a pesar de la intensa lluvia y chamuscaban la piel de Atlas. El Titán la golpeó en el estómago y la estampó contra la estatua de Dioniso. Uno de sus brazos se rompió y cayó junto a ellos. Atlas repitió una y otra vez el golpe. La columna vertebral de Alyssa retumbaba. Un río de icor le brotaba de la boca. Oldrik intervino para salvarla. Arrojó una cadena de patadas sobre Atlas y le apartó.

-¡Corre!- le imploró-. ¡Es demasiado fuerte!

Alyssa se negó. Tenía que ayudar a sus amigos. No podía permitir que se enfrentasen solos a Atlas. Necesitaba todo el poder que fuese capaz de extraer de Artemisa.

Abrió su mente y el alma de la diosa la embargó como nunca antes. Una energía fría, veloz y chisporroteante. Sintió el instinto de la cacería bramando por sus venas. El espíritu de la caza, del bosque.

Se llevó los dedos a los labios y silbó. El sonido rasgó el aire y decenas de líneas luminosas atravesaron la oscuridad de la noche en su dirección. Cuando llegaron junto a ella, se convirtieron en una jauría de lobos blancos y una bandada de plateados halcones peregrinos. Alyssa dio una palmada y todos la siguieron al combate.

El macho alfa de los lobos se arrojó sobre Atlas con las fauces abiertas. Hincó los dientes en su hombro derecho mientras sus hermanos lo seguían. Los halcones descendieron en picado y desgarraron la carne de Atlas.

El Resurgir del OlimpoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora