Tarifa, 14 de septiembre
—¡Sergio baja de ahí, volvemos a casa!
El chico ignoró el grito de sumadre. Se quedó allí, en la duna, contemplando la inmensidad del océano. La brisa marina le revolvió el pelo y le agitó la ropa.
Un hombre pasó cerca de él, cargando una enorme mochila y una gran cometa roja. Junto a él iba una chica que llevaba una pequeña tabla y un arnés.
—Kitesurf... —dijo el chico para sí.
Siempre le habían gustado los deportes acuáticos, aunque sus padres nunca le habían dejado probar el kitesurf porque su tío Carlos había estado varios meses en el hospital a raíz de un accidente con su cometa.
—¡Sergio!
El chico se sobresaltó. Su madre había subido a la duna y estaba justo detrás de él. Qué silenciosa podía ser a veces...
—Vamos.
Sergio se puso en pie y siguió a su madre, aunque no apartó la vista del mar. El verano estaba llegando a su fin, pero todavía le quedaban dos días para aprovecharlos a tope.
Cuando llegaron al final del camino de tablas de madera, Sergio echó un último vistazo a la playa y se montó en el coche.
Para cuando llegaron a su casa, ya era de noche.
Su padre y su hermana habían preparado la cena y su hermano había puesto la mesa.
Él era el más pequeño de todos, con catorce años. Después iba Celia, con dieciséis, y el mayor de todos era Alejandro, con veinte.
—Qué tarde llegáis —dijo el padre.
—Porque al señorito no había quien lo bajase de la duna.
Sergio resopló y subió al segundo piso. Entró en el baño, se desnudó y se metió en la ducha.
El agua le relajaba y le ayudaba apensar, aunque prefería el agua del mar al agua de la ducha.
Atenas, 14 de septiembre
Elisabeth se levantó de un salto, giró y de un puñetazo derribó al muñeco de madera.
—Has mejorado mucho —comentó Hestia.
—No lo suficiente. Y seguimos sin tener a los Tres Grandes entre nuestras filas —respondió mordazmente.
—Tenemos a Aleksei.
—Es un irresponsable.
—No le subestimes. Sabe de qué bando está —le replicó la diosa.
Elisabeth asintió, pero no le hizo mucho caso. Los reencarnados debían quedarse en la mansión hasta que aprendiesen a luchar contra los ejércitos de los Titanes, pero Aleksei salía todos los días en moto, sin importarle que los Titanes pudiesen detectarle.
—¿No puedes detectar ya a Zeus y a Poseidón?
—Sabes bien que no. Hasta que su parte divina no despierte y se manifieste, son como simples seres humanos.
—Pero los Titanes siempre van un paso por delante de nosotros. ¿Cómo lo hacen? —preguntó Elisabeth—. Cada vez que llegamos a un lugar para reclutar a un nuevo reencarnado, los soldados enemigos ya están allí.
—Ellos tienen a Hiperión. Su poderes exactamente ese: ver. Puede verlo todo, no como yo. Yo simplemente siento cuando mis hermanos adoptan una nueva forma.
Elisabeth desenvainó su espada y le cortó la cabeza a otro muñeco.
—Poseidón desapareció hace 16 años y Zeus hace 20. Deberían haber despertado ya, deben ser adolescentes.
—No todos los dioses despiertan a la misma edad —le recordó Hestia.
—Ojalá lo hicieran.
Entonces entraron varios chicos y chicas en la sala, encabezados por Azhar.
—Ya nos íbamos —le dijo Elisabeth.
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El Resurgir del Olimpo
خيال (فانتازيا)Hace miles de años, el Olimpo cayó bajo el poder de los Titanes. Los templos quedaron reducidos a cenizas, las estatuas a montones de escombros, y los árboles murieron entre las llamas. Hace miles de años, Cronos se convirtió en el nuevo Rey del Oli...