Capítulo 36: Rescatando a Zeus

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Nueva York, 5 de marzo

—¡Ahí es! —señaló Alyssa, apuntando con el dedo a un enorme rascacielos.

Habían dejado el avión cerca de la orilla en modo invisible y se habían aproximado en una barca hinchable, dejando a Nive en el vehículo, ya que ella no podía pelear durante el día.

Una vez en la orilla, se apresuraron en llegar al origen de la columna de humo, muy cerca de Central Park. Las concurridas y ruidosas calles de Nueva York no contribuyeron a facilitar la tarea.

Los famosos taxis amarillos iban a toda velocidad por las calles y no frenaban en los semáforos, por lo que el grupo tuvo que arriesgarse en todos los cruces hasta llegar a su objetivo.

A lo lejos podían oír las sirenas de los camiones de bomberos, por lo que intentaron darse prisa en rescatar a Zeus. Las harpías del cielo habían descendido hasta uno de los pisos más altos y no paraban de entrar y salir por las ventanas rotas de éste.

—¡Rayen! —exclamó Burke, tirando al suelo una de las bolsas negras y abriendo la cremallera.

Sacó de ella una enorme hacha de doble filo que hizo retroceder a todos los ciudadanos que observaban la escena con preocupación y escándalo.

—¿Qué está haciendo ese hombre? —chilló una mujer con un carrito de bebé.

Rayen, ignorando los gritos de la gente, hizo caso a la señal de Burke. Abrió los brazos y las baldosas de la acera se partieron en dos, dando paso a un amasijo de ramas verdosas que fue creciendo más y más, aumentando en altura y grosor.

Burke saltó y se aferró a uno de los poderosos tallos, ascendiendo así hacia el piso donde debería estar Zeus. Alyssa se hizo con un arco y le imitó, dejando a Axel y a Abish protegiendo a Rayen mientras ésta invocaba la enorme planta.

Alyssa observó como iban ganando altura. Burke saltó hacia una de las ventanas rotas del piso en cuanto llegó a su altura y cayó rodando en un gran salón. Su compañera se apresuró a saltar tras él, ya que un grupo de diez harpías le acababa de rodear.

Alyssa saltó y cubrió los dos metros que la separaba del edificio con facilidad. Aterrizó en cuclillas sobre el alféizar de la ventana y, haciendo gala de una increíble destreza y equilibrio, disparó una mansalva de flechas que atravesó a la mitad de las harpías. Acto seguido saltó al interior del salón, desenvainó una pequeña daga y ayudó a Burke a eliminar al resto con facilidad.

—¿Y Zeus? —preguntó Alyssa, mirando hacia los lados con preocupación.

—¡Socorro! —recibió como respuesta.

—Viene de allí —señaló Burke, corriendo hacia un amplio pasillo.

Rompieron la puerta de la habitación del fondo de una patada y se encontraron con una terrible escena.

Tirado en una esquina, con la cara manchada de sangre seca y un río del mismo líquido rojo corriendo por su costado, había un chico de pelo rubio y ojos azules.

—Tranquilo. Estamos aquí para ayudarte —murmuró Alyssa, arrodillándose junto a él.

—Cuidado... —intentó decir el chico.

Entonces, del techo cayó una criatura que debió haberse subido allí al oírles acudir a la llamada de auxilio.

Alyssa la miró a los ojos, afilados como los de un gato. Reconoció a la bestia al instante. Una sirena.

Parecía una harpía, pero su piel era reluciente, suave y clara. Tenía el pelo castaño claro y le caía ondulado sobre los hombros de una manera espectacular. En lugar de piernas, tenía dos garras de águila y un par de enormes alas marrones le brotaban en la espalda.

El Resurgir del OlimpoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora