Capítulo 54: El comienzo del fin

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Moscú, 20 de marzo

Las visiones se sucedían a unas a otras lentamente. De vez en cuando, tan sólo eran un fondo negro con hilos luminosos de colores. Pero la mayoría de las veces eran imágenes borrosas e inconclusas.

Aleksei negaba con la cabeza, se encaramaba sobre Cerbero y desaparecía. Un tornado acompañado de una oscura tormenta se alzaba sobre Moscú. La Catedral de San Basilio estallaba en mil pedazos.

Luego parecía retornar a hechos más viejos, como la llegada de Sergio a Atenas. Un joven inseguro que echaba de menos a su familia, pero que pronto se acostumbró a su nueva vida y descubrió un gran talento en el arte de la lucha.

Elisabeth con tan sólo veinticinco años rescatándole de su hogar en llamas. Sus padres intentaron detenerla, pero la mujer tiró de él y lo subió a un coche plateado.

Oldrik entreabrió los ojos y todas aquellas visiones se difuminaron. Parpadeó para apartar las legañas, pero continuaba viendo borroso. Se hallaba en una habitación blanca bien iluminada. Percibió varias sombras grises paseando a su alrededor, pero no pudo identificarlas.

Una de ellas se le aproximó y le inyectó algo en el brazo.

Volvió al mundo de los sueños.

Atenas, 10 de abril

Había pasado un mes desde que habían regresado de Nueva York. Alyssa, Axel y Erik estaban completamente recuperados y ya entrenaban con los demás chicos.

Sergio estaba en el Jardín Este, enzarzado en un combate contra Chris. Los cuchillos danzaban frente a él lanzando destellos plateados al aire, acompañados de una fría con copos de nieve.

Sergio se agachó para evitar una cuchillada, realizó un barrido y le derribó. Alzó el tridente por encima de su cabeza y lo hizo girar, levantando el agua del arroyo. El líquido transparente se arremolinó alrededor de Chris, alzando un muro a base de fuertes corrientes.

El chico sonrió, se incorporó e invocó al viento del norte. Una explosión de viento enfurecido deshizo la prisión de agua y le levantó por el aire. Chris dio una vuelta de campana y cayó sobre Sergio cual halcón en picado. Arremetió con fuerza y le colocó la hoja del cuchillo en el cuello. La corriente de viento se desparramó a su alrededor, azotando el césped y las ramas de los cerezos.

Pero Sergio no se dejó amilanar. Le enganchó el torso con las piernas y le hizo girar, chocándolo contra el suelo. Se colocó sobre él y esta vez fue la reencarnación de Poseidón quien colocó su arma en el cuello de su contrincante.

-Ya está bien por hoy- les detuvo Elisabeth-. Dejadnos el jardín un rato, ¿queréis?

Venía acompañada de Shaoran, quien estaba perfeccionando sus artes marciales, y Erik, quien tenía que aprender a combatir con el rayo de Zeus.

-Claro que sí- respondió Sergio-. De todas maneras iba a vencer yo.

Chris le propinó un codazo mientras regresaban al interior de la mansión para darse una ducha y limpiarse el sudor.

A las nueve de la noche todos se congregaron en el comedor para cenar. Sergio, como de costumbre, se sentó junto a Alyssa y Axel. Erik hablaba con Shaoran, mientras que Elisabeth, Burke y Azhar ocupaban la cabecera de la mesa. Aleksei estaba solo en un extremo, intentando pasar desapercibido.

Hebe y Hestia se paseaban por el comedor, sirviendo fuentes con muslos de pollo, fideos japoneses, lasaña, ensaladas, lomo, jamón, queso e infinidad de platos más.

El Resurgir del OlimpoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora