Monte Logan, 29 de abril
El grupo se giró y encontraron a una bella mujer tras ello que no habían visto antes. Estaba escoltada por dos criaturas con la piel cubierta de ramas y lianas, como si de una armadura se tratase.
La que había hablado era alta, de piel oscura y pelo blanco que caía que sus hombros en forma de bucles. Sus ojos eran azul marino, pero iban cambiando de color lentamente a lila, celeste, púrpura y alcanzaban tonalidades más cálidas como magenta y rojo oscuro. Su piel estaba salpicada de tatuajes con intrincados diseños y mandalas.
Llevaba un largo y vaporoso vestido de escote palabra de honor, que caía a su alrededor formando un remolino de seda blanca. Iba descalza, dejando a la vista tras el fino velo de tela unas uñas perfectas pintadas de negro. En la mano izquierda portaba una larga vara de madera clara, que terminaba en una esfera confeccionada a base de ramas con una esfera luminosa en su interior.
Sus dos guardianas, que Amanda identificó como dríades al recordar sus estudios, medirían casi dos metros. Las ramas, lianas y plantas que recubrían su piel eran de tonos oscuros, salpicadas de flores blancas. Una larga aguja de casi un metro les nacía en cada muñeca y sobresalía por delante de las manos, a modo de armas. El pelo verde intenso les caía por la espalda, brillante y con flores lilas.
-¿Quién eres?- le espetó Ellisabeth.
-Guarda silencio- la cortó Hestia, con ojos brillosos-. Hécate...
Todos los guerreros enmudecieron al oír a la diosa.
-Cuánto tiempo- contestó ella con una suave sonrisa.
-¿Pero cómo...?- Hestia no podía explicárselo.
Hécate murió en la batalla contra los Titanes, tras haber escondido el rayo, el tridente, el casco y la Égida. ¿Cómo es que estaba allí? Nunca se había reencarnado. Tan sólo, como le había dicho Elisabeth, había escogido a un hombre para que protegiese uno de los artefactos.
-No llegué a morir- adivinó Hécate-. No tendría sentido. Si Zeus fue el último dios en morir, ¿cómo habría escondido el rayo, si yo ya estaría en el ciclo de reencarnaciones? Huí. Me oculté mediante hechizos. Debilitada y convertida en una sombra de lo que llegué a ser.
>Esperé a que los Titanes se asentasen en su nuevo reino, y entonces robé el rayo. Lo escondí con los demás artefactos, diseminados por el mundo, y creé los localizadores. Luego, me dediqué a vagar por la Tierra en busca de sátiros, centauros, dríades y ninfas exiliadas, para recuperar el Olimpo.
>Formé un ejército y desde entonces os esperamos aquí, dispuestos a pelear por recuperar nuestro hogar. Gracias a mí, los Titanes no pueden localizarnos, ya que usé un hechizo como el que apliqué a vuestra casa, a donde Hestia fue la primera en llegar.
Elisabeth suspiró, más aliviada. En un primer momento creyó que eran enemigos.
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El Resurgir del Olimpo
FantasyHace miles de años, el Olimpo cayó bajo el poder de los Titanes. Los templos quedaron reducidos a cenizas, las estatuas a montones de escombros, y los árboles murieron entre las llamas. Hace miles de años, Cronos se convirtió en el nuevo Rey del Oli...