Capítulo 24: La batalla de Pekín (II)

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Pekín, 19 de enero

Elisabeth los empujó fuera del edificio y, aún con el chaval en la espalda, clavó su lanza en el corazón de un ave de Estínfalo que bajaba planeando por las escaleras hacia ellos.

Sergio se resignó a salvar a Azhar y siguió a su mentora por las calles de Pekín. Cuando se encontraron a una distancia prudencial, Elisabeth intentó pedir un taxi, pero ninguno de detuvo.

—Debemos llegar hasta el aeropuerto a pie.

—¡Soltadme!

La mujer depositó al chico en el suelo.

—¿Cómo te llamas?

—Shaoran.

—Bien, Shaoran. Tu vida, esa tan rematadamente perfecta que tendrías antes, se ha ido a la mierda, ¿vale? Esto es la guerra. Deja de patalear y compórtate como un hombre.

El chico se echó a llorar. Seguramente no había entendido nada de lo que Elisabeth le había explicado tan bruscamente.

—¡No podéis obligarme!

Sergio le apoyó una mano en el hombro a Elisabeth.

—Has sido muy directa, pero no podemos disculparnos ahora. Hay que irse ya.

—Lo sé —replicó Elisabeth con suficiencia.

—¡Vamos!

Alyssa señaló un punto en la carretera a la vez que les empujaba para que corriesen. Una quimera.

Sergio recordó su antiguo enfrentamiento contra una de aquellas bestias. Habían estado a punto de morir, por no mencionar la bronca que su mentora les había echado.

—Me cago en Equidna y en toda su prole —maldijo Alyssa entre dientes, mientras cargaba su arco.

Elisabeth le dio un empujón a Shaoran que, aterrorizado como estaba, salió corriendo sin preguntar. Los tres compañeros le siguieron.

—¿Qué...?

Sergio vio como las piernas del chaval se iban moviendo cada vez más rápido, hasta que fue imposible distinguirlas con claridad.

—¡Los poderes de Hermes!

Shaoran se giró en redondo y miró a la quimera con ojos llameantes.

—No me jodas —dijo Sergio.

—¡El espíritu de Hermes se ha apoderado de él! Hay que detenerle antes de que se haga daño —gritó Alyssa con el arco temblando en sus manos, sin saber si debía disparar con Shaoran tan cerca del objetivo.

Corrieron hacia él, pero el chico se lanzó hacia la quimera y, haciendo gala de sus nuevos poderes, desapareció. Era invisible. Sergio no podía creer aquello. De pronto, algo golpeó la cara de la bestia y sonó un desagradable crujido, al igual que cuando Oldrik pateó a la otra quimera. La bestia rugió y lanzó llamaradas y zarpazos al aire sin resultado.

Alyssa disparó un par de flechas que se alojaron en su cuello, a pesar de arriesgarse a acertar en Shaoran. La quimera se dirigió hacia ellos a toda velocidad. Sergio preparó su espada y en el último momento se hizo a un lado para evitar el envite del monstruo. Clavó su arma en el lomo dorado y Elisabeth le perforó un ojo con la lanza.

La quimera rugió y se desplomó. Cuando hizo ademán de levantarse, un puño invisible le golpeó la cara y acabó con ella. Entonces Shaoran se hizo visible.

Tenía el pelo revuelto y los ojos llameantes de furia.

—Por favor, lucha contra él —le intentó calmar Elisabeth.

El Resurgir del OlimpoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora