Capítulo 22: El despertar de Hermes

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Atenas, 18 de enero

—¿Un poco de zumo? —ofreció Hebe amablemente.

Era la hora de la cena. Sergio estaba sentado junto a Alyssa, como de costumbre. Aleksei no había aparecido.

—Sí, por favor. —Sergio le aproximó el vaso. La muchacha lo sirvió y se retiró.

Aquella noche el comedor estaba a rebosar. Por primera vez, todos los que vivían en la mansión habían acudido a cenar al mismo tiempo. Siempre había algunos que se "olvidaban" o llegaban tarde por pereza. Sergio paseó la mirada por la mesa. Oldrik, Burke, Ezima, Bridgit... todos cenaban felices en un ambiente distendido. Azhar todavía parecía algo molesto por el dinero que había perdido aquel día.

—¿Qué tal te ha ido hoy? —preguntó Alyssa.

—Muy bien, les he dado una paliza a esos chicos —respondió Sergio, señalando con el tenedor al grupo de chavales, sentados más a la derecha.

Alyssa asintió y comió un poco de sus espaguetis.

—Azhar nos ha entrenado duro. Ah, y me he enterado de que Burke está trabajando en una nueva arma mágica. Según dicen, es para ti.

Sergio se sonrojó. No esperaba tal honor.

—No me la merezco, no soy tan bueno.

—¿Estás de coña? —rió Abish, sentado frente a ellos—. Tío, eres de lo mejorcito entre los alumnos.

Sergio soltó una carcajada y enrolló más espaguetis en su tenedor. Se sentía feliz porque sus compañeros le considerasen el mejor.

—La verdad, yo sólo me esfuerzo mucho, vosotros también podéis hacerlo —contestó, aunque después se arrepintió: había sonado un poco presuntuoso. Por suerte, Abish no pareció percatarse.

—No es solo eso, es nuestro potencial. Elisabeth me explicó que a veces es más fácil para unos que para otros conectar con su lado divino, adaptarse a esta nueva vida o aprender las técnicas de combate. Para ti está chupado, tío.

—Sergio se lo ha currado —le denfendió Alyssa.

Abish estalló en carcajadas.

—¿Qué pasa? —preguntó Sergio, a quien se le estaba contagiando la risa.

—Nada, nada. Jamás pensé que Aly usaría esas palabras.

Sergio no pudo reprimir una sonrisa. Era verdad. Alyssa solía ser mucho más... discreta o educada, por así decirlo.

—Bueno, volviendo al tema del arma —dijo Alyssa, sonrojada y desesperada por cambiar de tema—. ¿Para quién creéis que será?

—Yo quiero que sea para mí, pero seguro que tu novio me quita el puesto —respondió Abish, sonriendo.

—¿Mi novio? Sólo somos amigos. —El rubor de las mejillas de la muchacha aumentó.

—Sólo amigos. Ya. Claro. —Abish les lanzó una mirada cómplice.

Sergio también se sonrojó y le dio una patada en la espinilla a Abish. El chico puso cara de dolor y después sonrió.

—Digo lo que piensan todos, nada más.

—¿Qué? —Sergio abrió tanto la boca que le iba a llegar al suelo—. Sí, hombre. ¿En serio? Vaya, tío.

—Ya les dejaré yo las ideas claras —bromeó Alyssa, aunque Sergio pudo detectar algo de malicia en su voz.

—¿Eso es un desafío?

—Más quisieras. Es una amenaza —le replicó la chica a Abish, con una sonrisa sospechosa.

Abish asintió seriamente y Sergio rió. En serio, aquel chaval era un bromista de los buenos.

—Sí, lo que...

—¡Ah!

Elisabeth se levantó de un salto de su asiento. Todos la miraron.

—Oh, no.

Alyssa y Sergio corrieron hasta ella. Hestia estaba tirada en el suelo, con los ojos iluminados y la piel pálida. De pronto comenzó a levitar y se puso en pie.

—Hermes ha despertado —dijo con una voz que no era la suya—. Una gran ciudad del este. Grandes rascacielos y ojos rasgados. Beijing.

—¡Pekín! —chilló Alyssa—. ¡Tenemos que ponernos en camino!

Hestia salió del trance y se desplomó. Elisabeth hizo una seña y Asclepio corrió a ayudarla. Cuando la diosa se reanimó, la líder anunció:

—Iré a por él.

—Ni se te ocurra ir sola —Sergio desafió a su líder por primera vez.

—¿Desde cuando me das tú ordenes? — le espetó Elisabeth.

Su pupilo respiró hondo y cerró los ojos. Recordó las palabras que había escritas en el cuaderno y los abrió. La llama de la decisión brillaba en ellos con furia y de forma salvaje.

—Porque yo soy Poseidón. Y yo soy vuestro legítimo líder —La voz de Sergio sonó mucho más profunda y fuerte. No era él quien estaba hablando. Era Poseidón.

Todos los presenten clavaron su mirada en él. Alyssa percibió su seguridad y decisión. Hablaba en serio.

Elisabeth estaba que echaba rayos por los ojos.

—Tú tienes quince años.

—Yo soy Poseidón —repitió Sergio. Esta vez su voz era mucho más poderosa que antes, y la mesa y las paredes vibraron cuando habló.

Hestia asintió. Una sonrisa de satisfacción asomó en su rostro. Aquel chico era excepcional.

—¡Tú...!

—Tiene razón —intervino Hestia suavemente, para calmar los ánimos—. Los Tres Grandes tienen derecho a liderarnos en la batalla.

Elisabeth dio un puñetazo a la mesa.

—Si queréis hacerlo así, de acuerdo. Sergio, prepara tus cosas. Alyssa, tu también. Azhar. —Le miró fijamente para indicarle que se uniese al grupo.

Los tres se pusieron en marcha.

—Tenemos un dios que rescatar.

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El Resurgir del OlimpoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora