Capítulo 34: Tormenta

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Atenas, 5 de marzo

—¿Cómo te encuentras, Elisabeth? —saludó Hestia, sentándose en una mecedora de la enfermería.

—Bastante mejor, la verdad. Las dotes curativas de Asclepio han hecho mucho, pero todavía no puedo hacer movimientos bruscos- —respondió Elisabeth, dando vueltas por la habitación—. He estado observando a Alejandro y a Celia. Ya sabes, los hermanos de Sergio. Son tan persistentes como él...

—Y como él, tienen un don especial con las armas —terminó Hestia, con una sonrisa que en seguida se tornó una expresión sombría—. Pero sabes que no podemos involucrarles en esta guerra, amiga mía. Sería una irresponsabilidad por nuestra parte y sus padres jamás lo permitirían.

—Soy consciente, pero... —Elisabeth se encogió de hombros—. Quizá, algún día...

-No. Sabes bien que no.

—Si se ofrecen, no pienso negárselo —se defendió la mujer.

—Pues bien que a los reencarnados lo hacías —replicó Hestia con el ceño fruncido.

Antes de que Elisabeth pudiese responder, la anciana comenzó a temblar y a convulsionarse.

—¿Hestia? ¡Hestia!

Los ojos de la diosa se volvieron blancos como la luna y comenzó a hablar con una voz extraña.

—El Rey ha despertado. El Rey de los Dioses, tras años en el exilio, ha llegado. El Rey está aquí, pisando el lecho de nuestra Madre Gea. Está entre ellos, meros mortales. Está aquí. Con el rayo en su mano derecha y la furia de las tormentas contenida en la izquierda. América. Nueva York.

Dicho esto, la anciana se desplomó en los brazos de Elisabeth, quien a duras penas la pudo colocar de nuevo en la mecedora.

—Iré a avisar a los demás —dijo Asclepio, que había contemplado la escena con la boca abierta.

Instantes más tarde un grueso equipo conformado por Rayen, Benjamín, Sergio, Burke, Abish, Axel, Aleksei, Nive y Alyssa se congregó en la enfermería. Poco después llegaron Celia, Alejandro y los padres de Sergio.

—Hestia ha tenido una visión. Zeus ha despertado.

Una exclamación ahogada recorrió al grupo, pero Elisabeth los calló con un movimiento de la mano.

—¡Silencio! Burke, si no me equivoco, ya tienes tu nuevo trabajo listo, ¿no?

—Así es.

—De acuerdo. Sergio, Alyssa, Axel, Abish, Nive, Rayen y tú conformaréis el grupo que irá a rescatar a Zeus. Aleksei, Benjamín y los demás, os necesito aquí. Ahora que el Rey de los Dioses ha despertado, quién sabe que locuras podrán hacer los Titanes.

—Sergio... —Su madre le abrazó con fuerza y su padre le dio unas palmadas en la espalda.

—Ten mucho cuidado, hijo —pidió su padre.

—Lo tendré, papá.

—Sergio. Sal ahí fuera y trae a Zeus de vuelta —le animó Celia.

—Ánimo.

Sergio se despidió con un abrazo familiar y salió de allí a la carrera, siguiendo al grupo de rescate. Cuando llegaron al aparcamiento subterráneo, su sorpresa fue tal que casi se le salieron los ojos de las órbitas.

Allí, ante ellos, se hallaba un moderno avión plateado, que ocupaba el lugar casi en su totalidad. Tenía dos potentes motores en las alas y en la cola, cristales tintados y lo que parecían tres misiles enormes en cada ala.

El Resurgir del OlimpoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora