Capítulo 50: Doloroso regreso a Atenas

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Dublín, 11 de marzo

A las doce de la noche Nive murió.

Su alma se desintegró, destrozada por el intenso poder de la diosa. Su espíritu se fue con Abish al Inframundo. Desapareció. Ya no estaba.

Muerta.

Sergio cayó de rodillas sobre la superficie del agua, sin hundirse. La ola salada seguía destrozándolo todo, pero poco a poco iba llegando menos agua, ya que la luna se alejaba al no recibir el poder de Selene.

—Nive... Abish... —sollozó el chico.

Tenía el corazón desgarrado, como si hubiese perdido a sus padres. En cierto modo, la verdad era que ellos eran su familia.

El nivel del agua tardó cerca de quince minutos en bajar lo suficiente como para que se pudiesen ver las cúpulas de hielo que Sergio había creado para proteger a sus compañeros. Había cadáveres de monstruos por todas partes: ahogados, desmembrados, cabezas rotas, huesos a la vista y sangre. Mucha sangre.

Sergio caminó por la acera encharcada hasta la burbuja helada que protegía a Burke y Rayen. Extendió una mano y deshizo la cúpula. Allí, con la piel pálida y los ojos desorbitados, estaban sus amigos.

—¿Qué dioses ha pasado? —alcanzó a decir Rayen.

Sergio se limitó a negar con la cabeza y los abrazó.

Rayen lloró y Burke intentó no hacerlo.

Mientras, la puerta mágica de The Spire se abrió y del monumento salieron tres enormes cíclopes armados, el más alto con Erik sentado en el hombro.

—¿Qué ha ocurrido aquí? —rugió Erik.

Sergio y Rayen detuvieron su llanto. Burke se secó las lágrimas retenidas en los ojos y observó a los cíclopes, confuso.

—Estéropes, Arges, Brontes... —murmuró—. Los tres cíclopes que forjaron el rayo de Zeus.

Sergio se levantó temblando y dejó caer el tridente. Se acercó a Erik a paso lento y permaneció frente a los cíclopes, silencioso.

Su compañero agitó una vara luminosa: el rayo de Zeus.

—Sergio, ¿qué ha ocurrido? —repitió Erik, descendiendo de un salto del hombro del cíclope.

Hizo una mueca de dolor al aterrizar y se llevó la mano al costado.

—Nive... —comenzó a explicar el chico—. Nive se sacrificó para atraer al mar con la gravedad de la luna. Su cuerpo no pudo soportar el poder necesario y... se desvaneció... —La última frase fue un hilo de sonido apenas perceptible.

Erik, con ojos llorosos, le colocó la mano en el hombro. Sergio sabía que él no conocía a Niamh y que esas lágrimas en el fondo eran de horror, pero le agradeció el gesto. Agarró la mano del chico unos instantes y luego se dirigió hacia Alyssa y Axel.

Colocó la palma de las manos sobre la superficie helada y la cúpula se deshizo. Los mellizos seguían tal y como los habían dejado, inconscientes e inmóviles.

—Burke, tenemos que irnos —asumió el mando Sergio—. Necesitan atención médica urgentemente y no nos conviene que se nos eche la policía encima otra vez.

Burke y Rayen recogieron las bolsas negras y los cuerpos de Axel y Alyssa. Sergio cogió su tridente y los cíclopes los levantaron a todos. Erik les indicó el camino hacia el avión.

—Tienes mucho que contarnos —dijo Sergio.

Tras una media hora, las enormes criaturas los dejaron junto al avión.

El Resurgir del OlimpoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora