Capítulo 3: Despertar

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Atenas, 16 de septiembre


—¡Elisabeth!

Hebe entró a toda velocidad en la habitación de la mujer, con los ojos muy abiertos y la respiración agitada.

—¿Qué ocurre?

—Es Hestia. Será mejor que lo veastú misma.

Elisabeth salió corriendo detrás de la joven y bajaron las escaleras de tres en tres. Cuando llegaron al sótano se encontraron a la diosa tirada en el suelo, con el pelo y los ojos brillando como el sol.

—Poseidón ha despertado —dijo con una voz que no era la suya.

—¿Dónde está?

—Tarifa, Cádiz. España. Es Sergio.

Elisabeth subió a su cuarto y se colocó la armadura. Se ciñó una espada al cinto y cogió su lanza. Debía partir inmediatamente.

—Te acompaño —dijo Ezima.

Era una mujer fuerte y alta, con el pelo negro muy largo y la piel oscura. Iba vestida con una armadura reluciente y llevaba una corona plateada en la cabeza, que emitía un suave resplandor.

—No puedo arriesgarme a perder otro soldado.

—No puedes hacerlo todo tú sola.

Elisabeth resopló y accedió. Salieron al jardín, y allí les estaba esperando Abish con su carro del sol.

—Yo también voy —dijo el joven.

—De eso ni hablar.

—Nadie va a salir de aquí hasta mañana.

Los tres se giraron hacia Hestia.

—Aleksei necesita ayuda. Es una prioridad.

Elisabeth dio un puñetazo a un árbol y asintió. El asunto de Sergio tendría que esperar.


Tarifa, 17 de septiembre


Al día siguiente, Sergio llegó al instituto temiéndose lo peor. Jose parecía muy enfadado el día anterior. Pensaba que Sergio quería quitarle la novia...

Mientras se dirigía a su clase, pensó en lo que había ocurrido el día anterior. Sabía que él había provocado aquella explosión de agua, pero no sabía cómo.¿Sería un alienígena? Negó con la cabeza ante esa idea. Si lo fuese lo sabría.

El aula que había visto el día anterior seguía exactamente igual de triste. Unas paredes grises, unos pupitres verde pálido y un corcho pintarrajeado con típpex y rotulador permanente. Al final de la clase había una pizarra de tiza, y junto a la mesa del profesor, una blanca.

Sergio se sentó al fondo junto a Alicia, y dejó caer la mochila a su lado.

—Hola —saludó la chica, sonriendo.

Sergio le correspondió con un movimiento de la mano, sabiendo que al sentarse con ella estaba provocando a Jose. Pero no podía permitir que ese tío le asustase.

Entonces Jose entró por la puerta y se dirigió hacia él dando grandes zancadas. Tenía cara de pocos amigos

—Levanta —le dijo en tono imperativo.

Sergio resopló y le miró a los ojos.

—Y una mierda.

—Chicos... —intervino Alicia, notando la tensión.

Jose pareció sorprenderse ante esa respuesta, pero al ver que sus colegas estaban esperando su réplica, encaró de nuevo a Sergio.

—Vete o te dejaré la cara hecha una mierda.

—¡Eh! —protestó Alicia mientras se ponía en pie—. Ya está bien, Jose.

—¿Prefieres sentarte con este imbécil que con tu novio?

—No es eso...

—Te vas a enterar, Sergio —le amenazó Jose.

Entonces la profesora entró en clase.

—Nos vemos a la salida —masculló el chico.

Las siguientes seis horas y media pasaron muy lentamente. Sergio quería irse ya del instituto, y cuanto más rápido mejor. Entonces tocó el timbre y veloz como el rayo, cogió su mochila y salió al pasillo. Pero no había sido lo suficientemente ágil: Jose estaba esperándole junto a sus amigos.

Uno de ellos le agarró bruscamente del brazo y le arrastró hasta el baño de chicos.

—Bueno, bueno... ¿ahora no estás tan vacilón, verdad? —rió Jose mientras hacía crujir sus nudillos.

Sergio no respondió y dio un paso hacia atrás, pero sólo consiguió chocarse con la fría y húmeda pared.

—Dejadme en paz.

—No. Ahora me toca a mí. Nadie me quita la novia.

Sergio comenzó a temblar y notó como sus manos se calentaban. El agua de las tuberías que había en el techo comenzó a agitarse dentro de ellas.

—Verás como te voy a dejar esa cara tuya...

Las paredes temblaron y algunos de los azulejos amarillos se resquebrajaron. Los grifos se abrieron solos y las cisternas entraron en funcionamiento.

—No me vas a asustar con un truco así- masculló Jose, aunque sus ojos delataban su miedo.

Sergio sospechaba lo que iba a pasara continuación. Y fue exactamente lo que ocurrió.

Las tuberías del techo estallaron en mil pedazos, y un chorro de agua caliente a presión derribó a Jose. Los azulejos de las paredes salieron disparados y uno de ellos le hizo un corte en el brazo a uno de los abusones. Había agua portodas partes, y en cuestión de segundos los seis chicos estaban en el suelo. Los ordenadores de sus mochilas echaban humo y chispas. Algunos váteres y los lavabos estaban partidos por la mitad, al igual que un par de espejos.

Sin esperar a ver si Jose y los demás estaban bien, Sergio salió corriendo. Salió del instituto a toda velocidad, empujando al lento montón de chicos que se dirigían hacia sus casas para poder pasar.

¿Qué demonios acababa de pasar?

El Resurgir del OlimpoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora