Capítulo 41: El verdadero poder de Deméter

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Atenas, 6 de marzo

Aleksei se despertó de golpe y descubrió que se encontraba en la enfermería. Era muy temprano y el sol todavía no había ascendido en el cielo. Se incorporó sobre la cama muy cabreado. ¡Había perdido la única oportunidad de saber la localización del Olimpo! ¿Qué dioses iban hacer ahora? Resopló furioso. No se sentía capaz de traer de vuelta al Oráculo; le había debilitado mucho.

—¡Aleksei! —Oldrik apareció y se acercó hacia él—. ¿Cómo te encuentras? Asclepio dijo que habías sufrido una lipotimia.

—¿Le has contado lo que he hecho? —gritó Aleksei, visiblemente enfadado—. ¡No quería que se lo contases a nadie! Quería demostrar que servía para algo más que incordiar, ¿recuerdas? ¡Hasta que no encontremos el casco, no servirá para nada!

—¡No le he dicho nada! ¡Siempre igual! Sacas conclusiones antes de tiempo, y estoy harto —replicó Oldrik, furioso.

Tras aquel recibimiento, no pensaba decirle la localización del Olimpo hasta que aprendiese. Le daba igual que sin aquella información jamás pudiesen vencer a los Titanes, ahora la ira y el rencor acumulados habían tomado el control de su mente, hasta el punto que se vio obligado de encerrar a Hypno, que luchaba por salir a la luz. Tragó saliva, cerró los ojos con fuerza y lo logró. Los entrenamientos de Elisabeth servían para algo.

—No grites... —siseó Aleksei, sin importarle el enfado de su compañero—. Ahora escucha. Sé a qué se refería el Oráculo. Es Moscú, allí está el casco de Hades. Todo coincide.

Aleksei se levantó de un salto y se dirigió a la biblioteca, seguido de un confuso Oldrik. Cuando llegaron, el chico sacó varios libros de las estanterías.

—La ciudad del templo del arco iris. —Abrió uno de ellos y señaló la Catedral de San Basilio—. Los fríos perpetuos. Con eso hablaba del clima de Rusia. Y por último...

Abrió un grueso y antiguo libro de historia.

-El Imperio Romano, el Imperio de Alejandro Magno, el Imperio Persa... ¡El Imperio de Napoleón! Muy pocos, por no decir nadie, han logrado conquistar Moscú y menos Rusia entera. ¡Es ahí! ¡El casco está en la Catedral de San Basilio!

—Tenemos que ir allí. Ya —intervino Oldrik, cerrando el libro y mirando a Aleksei con determinación—. Salgamos ahora mismo. Es tu oportunidad de demostrar que sirves para algo.

El chico continuaba enfadado con la reencarnación de Hades, pero aquello era más importante. Debían partir sin demora a Moscú. Podía ver la ilusión de un niño pequeño en los ojos de Aleksei, quien iba a hacer su sueño realidad. Ya nadie creería que era un estorbo.

—Pongámonos en camino, Oldrik.

Triángulo de las Bermudas, 6 de marzo

Sergio se giró al escuchar aquel desagradable sonido de algo arrastrándose por babas pegajosas. Ante él se alzó una criatura aún mayor que la serpiente: la verdadera Equidna.

Nacida del interior del descomunal reptil, mediría casi quince metros. De cintura hacia arriba era un enorme cuerpo de mujer de piel verde que portaba sendas espadas en las manos. Su pelo negro mugriento y grasiento le caía por los hombros hasta la mitad de la espalda. Donde moría el cuerpo de mujer, miles de serpientes brotaban de su piel, lanzando veneno y siseando furiosas. A partir de ahí era una enorme cola de serpiente, con casi tres metros de grosor.

—¡Poseidón, esto no ha terminado! —bramó la bestia—. ¡Contempla mi verdadero poder!

Sergio preparó el tridente y saltó hacia ella, impulsado por arcos de agua que se levantaron a su paso. Equidna descargó un golpe atroz con una de sus espadas y mandó a su contrincante por los aires.

El Resurgir del OlimpoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora