Capítulo 42: El pasado de Alyssa

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Atenas, 10 de marzo

Elisabeth estaba sentada en el balcón de su habitación, respirando el frío aire de la mañana y disfrutando se su reciente recuperación. Asclepio era el mejor en su trabajo, sin lugar a dudas.

Meció un poco su silla mecedora y se dejó llevar por su vaivén, con los ojos cerrados y la mente volando por parajes imposibles, recordando todo lo que había vivido, sintiéndose muy mayor. La guerra contra los Titanes le había pasado factura tanto física como psicológicamente, casi podía entender a Hestia, como si fuese tan longeva como ella y hubiese padecido tantas penurias.

A pesar de que aquellos pensamientos no eran muy alegres, una sonrisa se deslizó discretamente hasta sus labios y Elisabeth se descubrió feliz de encontrarse así. Aquello significaba que era más poderosa y sabia que años atrás, lo que haría temblar a los Titanes cuando se encontrasen cara a cara.

Unos pasos acelerados en la planta baja la sacaron de su ensimismamiento. Envuelta en una gruesa manta, salió de su habitación para bajar las escaleras hasta abajo del todo. Se escondió tras un recodo del pasillo y observó como Oldrik y Aleksei salían del gimnasio con algunas dagas y espadas cortas. La reencarnación de Hades portaba su espada mágica, que estaba rodeada de fuego para aportar un poco de luz a aquella impenetrable oscuridad. A pesar de que ya eran casi las siete, no había amanecido.

—Vamos, antes de que se despierten —apremió Aleksei—. No hagas ruido. ¿A qué hora decías que salía el avión?

—Dentro de poco más de dos horas. Hay que darse prisa.

—Deja todo eso en la bolsa y ve arrancando la moto. Voy a ver si hay alguien arriba despierto.

Oldrik obedeció y dejó las armas allí, desapareciendo después en la oscuridad de las escaleras que conducían al aparcamiento. Aleksei metió dos dagas que llevaba en el cinto y el localizador dentro de la bolsa, y subió la escalera.

Elisabeth no perdió el tiempo. Jamás le habría pedido a Aleksei el localizador para averiguar el paradero de la Égida, pero si lo usaba a escondidas, él nunca se enteraría y su orgullo quedaría intacto. Se acercó al brazalete y lo colocó encima del suyo, que llevaba en la muñeca.

Al instante un fogonazo de luz blanca la cegó unos segundos. Comenzó a oír unas extrañas voces en su mente:

La escuela del viento y el mar... Allá en el desértico país de Marruecos bajo un sol abrasador... Essaouira...

Unas imágenes acompañaron a estas palabras. Camellos caminando por la playa, la medina de una ciudad árabe, cometas de kitesurf surcando el mar...

Cuando salió del trance, Elisabeth se apresuró a dejar el localizador donde lo había encontrado y desapareció entre las sombras. Sabía que Aleksei partía en busca del casco de Hades y su inteligencia le decía que era para demostrar que en realidad él era algo más que desobediencia y rebeldía en estado puro.

Aleksei regresó, tomó la bolsa y se dirigió al aparcamiento.

—Silverwind. Ve con ellos —susurró Elisabeth al viento, sintiendo de pronto un afán protector hacia Aleksei.

Observó como su fiel mochuelo batía las alas en el jardín y ascendía hacia el cielo nocturno.

—Buena suerte, Aleksei —murmuró—. Ahora yo también debo ponerme en marcha.

Islas Bermudas, 10 de marzo

Equidna se quedó petrificada. Sergio notó como su piel se enfriaba, corroída por el miedo que la poderosa Circe imponía incluso a la madre de todas las criaturas.

El Resurgir del OlimpoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora