Segunda parte: Familia
Punto de vista de Mateo
Yo estaba en mi oficina cuando el mensaje me llegó. María por fin está arriba. Desde el accidente, yo he pagado todo lo que necesita, por eso me enteré de que había estado viendo sobre qué estudiar.
La miro delante de mí, con un suave sonrojo en sus pómulos, se ha alejado de mí y no puedo evitar querer estar cerca de ella.
—No… no me mires así, me haces sentir incómoda. –me dice.
—Es que la última vez que te vi, eras una niña. –digo.
—Ahora soy una mujer, ¿y? ¿Es que tienes alguna clase de interés en particular? ¿Es de esta manera que quieres que te pague?
—Eso ha sido innecesariamente ofensivo. –respondo yo, molesto por las preguntas que me hizo, la agarro de los brazos y la zarandeo suavemente–. Jamás tuve segundas intenciones ocultas. –la estoy mirando a los ojos.
—Perdón. –me dice, desviando la mirada de la mía.
La suelto, he dejado marcas rojas en su piel.
—No, perdóname tú a mí. –le digo, apenado por las marcas rojas.
—No importa. –responde.
Me doy cuenta de que no sé qué hacer con ella. No tengo intensiones sexuales, ella no… la verdad, me ha sorprendido verla, nunca pensé que la bebita que conocí cuando tenía ocho años se convertiría en esta persona que tengo delante, pero es una niña, apenas está dejando atrás la infancia.
—Si has decidido quedarte, debes elegir un cuarto. –le digo, trato de espabilar mi mente.
—Cualquiera está bien. Me da igual. –dice ella.
Mantiene ese tono que parece indiferente, pero esa mirada a la nada me dice que no es así. Y de nuevo quiero tocarla, la mano, el brazo, la mejilla, que ella sepa que estoy ahí, que puede confiar en mí, que sigo siendo el amigo que fui cuando éramos niños.
—María… –digo su nombre en voz baja.
Ella voltea hacia mí, con un brinquito de sorpresa ante la mención de su propio nombre. Yo sonrío.
—¿Qué?
—Decídete, puede que si no, yo elija la mejor, entonces.
—¿Entonces tú no tuviste nada que ver con lo que le pasó a mi mamá? –pregunta con cautela, sin voltear a verme.
—Te lo juro. –respondo de inmediato y sin dudar–. Yo también quería a tu madre.
—Eso no está en duda. –responde ella.
—No te pido que me creas, tampoco. –digo, después de un rato.
—Yo… yo nunca creí que hubiera sido tu culpa, por mucho que me insistiera Ariel con eso. –dice–. Me parece que ella tampoco lo cree realmente. Como dijiste, ella estaba tan herida, dolida, tenía que ponerle un rostro si no se hubiera vuelto loca.
—Entonces, ¿no importa qué cuarto? –pregunto, ella se encoje de hombros–. Está bien, te quedas con el de la esquina. –le digo.
Ariel y María son la única familia que tengo. Mi padre murió unos meses antes de que yo naciera, nunca lo conocí; pero viví con mi madre ocho años de mi vida, ya casi no la recuerdo, era muy pequeño como para recordar, la hermana de mi padre me adoptó, era una mujer muy mayor para ocuparse de mí.
El recuerdo familiar, más fresco que tengo es de la primera vez que vi a Ariel, ella tenía siete años en aquel entonces, toda su cara estaba sucia, como si hubiera acabado de comer, al lado de su madre, que llevaba un vestido claro y entre sus brazos llevaba una bebé muy pequeñita, María.
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Ciudadanos
Fiksi IlmiahUn grupo de personas intenta salir de su Ciudad, un enorme edificio donde los pisos más bajos son los más pobres, no así lo más altos, hacia un mundo desconocido y peligroso, diferente del que han conocido en la Ciudad, donde la desolación y la muer...