Cuarta Parte: Fugitivos
Punto de vista de Elin
Se ha ido. Eso es lo único en lo que puedo pensar. María se ha ido. No quiero pensar por qué. Mi mano vaga hacia mi vientre. Nunca pensé en que alguna vez fuera a existir algo a lo que pudiera sentirme tan aferrada.
De pronto un golpe seco me saca de mis divagaciones; desde que se levantó Mateo y descubrió que María se había ido, ha estado luchando por salir e ir tras ella para traerla de regreso, pero ninguno de los muchachos lo ha dejado salir.
—¡Entiende, Mateo, no puedes ir por ella! –grita Joshua.
Joshua está sentado en el estómago de Mateo, mientras Levi le sostiene las piernas, es Marcos el que le agarra los brazos. Rafael vigila la entrada de la guarida para impedir que salga, por si Mateo se llega a soltar, Liz está a un lado del bebé, llorando.
—¡Levi, suéltame! –da la orden, pero el otro solamente lo ignora y aprieta más fuerte su agarre–. Marcos, suéltame, tú sabes por qué tengo que ir por ella.
En cuanto escuché el nombre de Marcos, me vuelvo hacia donde están ellos. Marcos parece dudar, voltea a verme y yo niego con la mirada.
—¡Ni pienses en soltarlo, Marcos! –grita Joshua.
Rafael deja la entrada de la guarida y con paso decidido va hacia donde están todos los muchachos y da un golpe certero contra la mandíbula de Mateo, cuya nuca da fuertemente contra el piso al quedar inconsciente.
—¿Qué hiciste? –pregunta Joshua, levantándose de encima de Mateo, mirando a Rafael con el ceño fruncido.
—Lo que ninguno de ustedes se atrevía a hacer. Encargarme de él. –dice–. No va a entender razones, su mujer no está aquí y no va a dejarlo pasar hasta que la tenga de vuelta con él.
Joshua suelta un bufido y deja en paz a Rafael. Marcos y Levi sacan unas cuerdas, y amarran las muñecas por la espalda, luego los tobillos. Lo dejan recargado contra la pared, la cabeza caída.
Los chips, tampoco están. Creo que por eso Mateo se volvió loco. Aunque he querido evitar pensarlo, desde que descubrí que María no estaba, sé a dónde fue, sé que ella está muerta. Sé por qué se sacrificó y mi mano vuelve a vagar sobre mi vientre.
—¿Te duele? –pregunta Marcos que se sienta a un lado mío.
—No. –le respondo en voz baja.
Me inclino hacia él, hasta recargar la cabeza en su hombro. Él acaricia mi pelo.
—Que mal lo de María. –comenta con voz muy baja, como si no quisiera que Mateo despertara al escuchar la mención del nombre de ella.
Yo me estremezco y muevo la cabeza, hasta que pego la nariz en su cuello.
—Se sacrificó por sus hijos. –digo.
—Pero... –dice él.
Yo no lo dejo terminar de hablar, porque agarro su mano y la pongo donde había estado la mía.
—¿Verdad que no hay nada que no harías por este bebe? –le pregunto, con voz muy queda.
Sus dedos aprietan suavemente mi vientre y luego pega su mejilla contra la mía.
—Todo, lo que sea. –responde con voz baja.
—Eso es lo que hizo María. –comento–. Por eso se llevó los chips, no creo que en Sekail supieran que ella iba sola.
Marcos me abraza más fuerte.
Mateo sigue inconsciente cuando partimos, no podemos quedarnos por más tiempo, es verdad que el sacrificio de María nos ha comprado algo de tiempo, pero no mucho. Tenemos que irnos de aquí que es el último punto donde nos tenían localizados antes de que María llevara los chips de regreso. Es difícil para los muchachos llevar a Mateo a rastras.
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Ciudadanos
Bilim KurguUn grupo de personas intenta salir de su Ciudad, un enorme edificio donde los pisos más bajos son los más pobres, no así lo más altos, hacia un mundo desconocido y peligroso, diferente del que han conocido en la Ciudad, donde la desolación y la muer...