5. Discusión

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SEGUNDA PARTE: FAMILIA

Punto de Vista: María

Contengo la respiración. El Centro me sigue impresionando. Ariel lo odia, porque fue aquí, exactamente en este ascensor que nuestra madre murió cuando yo tenía once años, así como que mi pierna quedó destrozada y casi la tuvieron que amputar, sin embargo, gracias a la ayuda de Mati, quien pagó la operación, rescataron, lo más que yo dejé, la funcionalidad de mi pierna, puedo caminar, pero no correr, creo que he perdido unos centímetros de mi pierna izquierda, debo usar una plantilla especial para nivelarme.

—Encontraré un lugar donde alojarte. –me dice Ariel con un dejo de mal humor.

—Cualquier lugar estará bien. –le respondo con entusiasmo.

—No cualquier lugar, María. Incluso aquí tendrás que cuidarte. –me advierte mi hermana con preocupación.

Ariel nunca lo ha admitido abiertamente, creo que nunca lo hará, pero tiene miedo a todo lo que implica tener una familia, más que nada creo que fue por eso que se peleó con Mati, para no enfrentar ese miedo que mi padre dejó en ella.

—Ariel, ya soy mayor. –le digo, como explicación, como súplica... creo que esto es lo que Ariel sentía cuando mamá se empeñaba en hacerla cambiar de idea.

—Es que no debes ser tan confiada. –dice ella... enésima advertencia–. Nada del Centro me gusta.

—Vamos, lo de hace siete años fue un accidente. –le comento con toda tranquilidad.

Un grave error por mi parte, Ariel se detiene y yo me volteo para verla, cada vello de mi cuerpo está erizado, hace muchos años que no la veía tan enojada.

—¿Un accidente, dices? –pregunta–. ¿Un accidente que tu pierna haya quedado mal? –tiene el ceño fruncido, la piel del rostro enrojecida.

Sus manos con esos ligeros guantes, hechas puños, me pregunto si va a golpearme, sé que quiere, pero no si lo hará.

—Déjalo, Ariel, estoy viva, mejor coja que muerta. –le digo, recordándole el lado positivo de la situación.

—Pero nuestra madre está muerta. –dice.

No necesito que me lo diga para recordarlo, desde que ella murió no hay día en que no me acuerde de ella. Parece que Ariel no sabe que yo también la amaba, fui yo la que estuvo delante de ella justo en el momento en que murió. Ni siquiera debiéramos estar discutiendo por esto.

—¡Y yo estoy viva! –exclamo para hacerla reaccionar y que olvide ese enojo estúpido–. ¡La muerte de nuestra madre fue sólo un accidente! ¡Acéptalo de una vez, Ariel!

—¡Nada de eso, María! –reclama Ariel.

Éste es un punto irreconciliable entre nosotras, y las dos somos igual de tercas.

—Ya dejemos esto, hermana, sé feliz por mí, ahora que vengo a hacer mi carrera médica. –digo, trato de sonreír, pero es difícil, aún no paso el trago amargo de esta discusión.

No ha sido una buena idea pedirle a Ariel que viniera conmigo, pero hubiera sido peor que le pidiera el favor a Mateo. No hubo disculpas por parte de ella, pero no me importó. El clima entre nosotras siguió tenso entre nosotras, pero ya no hubo palabras, ni buenas ni molestas.

La estación de los ascensores es enorme, hay mucha gente haciendo cola, no a todos los dejan subir, no sé cuáles son los parámetros, pero casi a todas las mujeres las dejan pasar, seguramente es porque les toca el chequeo trimestral. Me pregunto si nos dejarán pasar. Por fin me toca mi turno, pasan el escáner por mi brazo, aprueban mi paso, luego, sigue Ariel, la rechazan.

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