Segunda Parte: Familia
Punto de Vista de Mateo
Nos hemos casado. He adoptado a la niña. Los tres vamos de subida. Y todavía sigo sin creerlo.
La mañana fue un poco difícil, la niña lloró mucho cuando no vio aparecer ni a su mamá, ni papá, pero poco a poco María y yo fuimos consiguiendo que se tranquilizara, diciéndole lo mucho que la íbamos a querer en lugar de sus papas que habían tenido que irse.
-¿Por qué todo mundo se nos quedó viendo cuando estábamos en el registro civil? -me pregunta María.
-No sé qué quieres decir. -finjo demencia.
-Dímelo. -insiste María.
-Bueno. -susurro, pero la verdad es que no estoy del todo de acuerdo en decírselo-. Es como la vez que te acompañé a tu chequeo médico. -intento explicar-. Como nada más ven la superficie, la gente hace sus conjeturas, las cuales pueden ser dos: o tú me has engañado con esta niña o soy yo el que se había hecho tonto desde hace tiempo.
-Mmmh... -responde.
-Sí, bueno, eso no debe importarnos. -comento, encogiéndome de hombros-. Al fin y al cabo tú y yo sabemos la razón por la que nos casamos.
-Sí, cierto. -responde ella un poco incómoda.
-¿Qué?
-Nada. -se remueve un poco con la niña aún en su regazo, la mueve un poco para dejarla en una posición más cómoda para las dos.
Sé que está incómoda, y aunque quiero preguntarle por qué no lo hago.
-Descansa. -le recomiendo y le ofrezco mi hombro para que se recargue, al principio ella es renuente y luego de un rato de dudas, se recarga.
Me quedo un rato despierto, viéndolas. Ariel ha tenido una hija, la veo y me recuerda a su madre, aunque también reconozco el parecido con su padre. La niña, Liz, ha preferido estar con María, elección perfectamente entendible, por el parecido fraternal que tienen Ariel y María.
Llegamos como a medio día al departamento. Unos segundos después de entrar, la tableta da un timbrazo, lo que indica la entrada de un correo electrónico, el timbre es diferente del normal, lo que indica que es un mensaje urgente, imagino de qué trata, abro directamente el mensaje:
Estimada Familia Harel,
Enhorabuena por la unión entre dos ilustres Ciudadanos.
En vista de su nueva situación, el Departamento de Movilidad Ciudadana y Censo Poblacional, recomienda las siguientes viviendas...
El correo en sí es breve, muestra tres posibles modelos de casa, que yo puedo pagar, para que María, la niña y yo nos mudemos de inmediato. Este departamento servirá para otros dos estudiantes.
-Recibí un correo del DMCCP. -informo a María.
-¿Ah, sí? -escucho su voz en su habitación.
-Me han enviado tres posibles casas.
-Deja checo en mi tableta. -el sonido sigue amortiguado, luego escucho su pasos-. Yo no he recibido nada.
-Tú no estás trabajando todavía -le explico-, además he sido yo quien ha pagado tus gastos fuertes desde que tenías once años.
Fue una lucha pero ella consiguió hacerme dejar de pagar algunos de sus gastos. Aunque por el historial crediticio de ella ligado a mío, era casi evidente que ese correo se lo iban a mandar de preferencia al que pagaba, o sea, yo.
-Eso no es justo.
-Lo injusto sería que nadie pagara la renta. -digo, ella me ve con el ceño fruncido-. Desde la perspectiva del Gobierno. -ella suspira con resignación.
Las Leyes de Movilidad dentro de Sekail son muy estrictas, todas las casas sin excepción pertenecen al Estado, el dicho es: propietario que deja de pagar la renta, nunca fue dueño. Seguramente las tres casas que se muestran en el correo, son requisadas.
-¿Las puedo ver? -pregunta con voz queda.
-Sí, ¿por qué no? -le digo y de inmediato le paso la tableta.
-Vaya no pensé que fueran tan caras. -comenta después de un rato.
-Jaja, eso no importa, ¿cuál te gusta? Si ninguna, mandaré un correo pidiendo otro tipo de opciones, pero tienes que decirme qué es lo que quieres.
-No. -niega al mismo tiempo con la cabeza, el rostro sonrojado-. Me gusta la segunda casa.
-Ésa será, entonces.
María me da la tableta y se sienta a mi lado. Su hombro rosa con el mío, pero recarga la cabeza contra el respaldo del sillón, luego de un rato me doy cuenta de que está llorando, además escucho el gimoteo.
-¿Ariel? -pregunto con voz queda y ella se remueve más incómoda por la mención del nombre.
-Tienes que prometerme, tú que puedes, buscarla. -me suplica con sus ojos llorosos.
-Haré todo lo posible, pero yo no puedo acceder a esos archivos, estoy en otra sección bien diferente. -le advierto.
-Me basta con saber que estás buscándola. -me dice.
Ese comentario sigue flotando en el silencio porque yo no respondo a él, es como si la desaparición de Ariel también fuera culpa mía. Supongo que desde el momento en que me volví uno de los favoritos para ascender, me volví enemigo público de los ciudadanos menos afortunados, pero nunca pensé que de aquellos a los que más amo.
-¿Y la niña? -pregunto.
He decidido dejar sin respuesta ese comentario que ella hizo, si ella sabe que me ha dolido, pues no seré yo quien le pregunte si lo hizo con esa intención.
-Está muy cansada. -me responde-. Tengo miedo de que en cuanto despierte me pregunte por sus papas.
-Seguro lo hará. -le respondo-. Hay cosas que los niños no entienden.
-Decirle que Ariel está de viaje por tiempo indefinido, me duele a mí también cuando no sé si mi hermana está muerta.
-A todos.
Unos días más tarde nos mudamos a la casa que María había elegido. La primera vez Miré la casa desde el umbral y me quedé pensando que por lo menos, viviríamos ahí los tres durante los siguientes veinte años. Sería mucho tiempo. María y yo teníamos el antecedente de haber convivido durante siete años, pero ahora ya no iba a ser una convivencia superficial, ahora teníamos que convertirnos en padres para esa chiquilla, para Liz.
María sienta a Liz en la silla infantil y pronto comienza a darle de comer, pero la niña protesta que ya es grande, entonces María sonríe y suelta el tenedor de plástico para acomodarlo en la mano de la niña, quien orgullosa empieza a comer, a medias con el tenedor, a medias con la otra mano. María con paciencia limpia su rostro y manos de vez en cuando.
-Algún día serás una gran madre. -le digo.
Ella voltea como alterada, me doy cuenta de que está sonrojada, caigo en la cuenta de lo que dije, siento que mi rostro quema.
-Tal vez... -responde con dificultad, casi mecánicamente.
Éste es uno de los temas que no contemplamos cuando decidimos casarnos, lo único que habíamos visto fue la posibilidad de que ellas dos ascendieran, nunca me pregunté si ella deseaba tener hijos propios, quizá sí, quizá no, se supone que yo debería saberlo, como su esposo, pero los siete años de una convivencia superficial no me dejó ahondar en ello, ni siquiera como un amigo.
ESTÁS LEYENDO
Ciudadanos
Science FictionUn grupo de personas intenta salir de su Ciudad, un enorme edificio donde los pisos más bajos son los más pobres, no así lo más altos, hacia un mundo desconocido y peligroso, diferente del que han conocido en la Ciudad, donde la desolación y la muer...