Quinta Parte: Refugiados
Punto de vista de Ariel
Hace un mes que no tengo razones de Rafael; no que él sea un niño que necesite que lo cuide todo el tiempo, pero aun así me preocupo. Tampoco es la primera vez que se va por días, siempre ha regresado, esta vez tiene que ser igual.
—¡Ariel, Ariel! –grita Desi que viene corriendo en mi dirección.
—¿Qué pasa? –me volteo a verlo.
—Un carro... llegó un mensaje de que un carro de Sekail se acerca al punto "A". –me dice apenas con aire.
—Plan de Emergencia Azul. –le indico a Desi.
El Azul es un plan donde todos los refugiados se esconden, hasta que sepamos si son amigos o enemigos los que vienen en el carro, así de sencillo.
—¿Irás, Ariel? –pregunta él.
—Sí. –asiento al mismo tiempo–. Llevaré a Caira, Benja y Ros.
Desi asiente y corre a buscar a los que mencioné, son de los mayores y que ya saben manejar armas. Los de Sekail no nos han localizado, ni siquiera han estado cerca de los puntos de encuentro y escondite, como el punto "A". No es que no hayan intentado dar con nuestro paradero, es sólo que hemos sido cuidadosos con eso.
Caira maneja nuestra camioneta, rumbo al punto "A". Todos vamos nerviosos, Ros y Benja cortan cartuchos periódicamente; ellos en su brazo izquierdo, así como Caira, tienen una cicatriz de cuando les retiraron el chip que tenían injertado.
Yo no pude sacar el mío, pero está inactivo. No es que aún me sienta ligada a Sekail, sino que estoy ligada a mi hermana, por eso no he podido deshacerme del chip. Podría haber vuelto, por María, por Liz... pero el primer escape era tan incierto, tan peligroso y no podía arriesgar de ese modo a mis seres amados.
No sé qué ha sido de María y de Liz; con mi hija apenas puedo imaginar cómo ha crecido, cómo es su cara, cómo es ella. Hasta ahora no sé si valió la pena dejar todo atrás, dejarlas a ellas. Paso el dedo sobre el brazo, justo encima donde está mi chip, siempre lo hago sin darme cuenta, sobre todo las veces que pienso en María o Liz.
La ida del refugio al punto "A" nos toma veintisiete minutos exactamente. Caira saca el acelerador, con lo cual la marcha del carro empieza a disminuir. Ros y Benja han dejado de cortar cartuchos, los veo de reojo, se han puesto tensos, sé por qué lo están, si un grupo de perseguidores ha podido llegar hasta este punto, más llegarán después de ellos aún si los matamos.
—¿Todos listos? –pregunto.
Los tres asienten. Todos juntos nos bajamos del carro, para revisar el lugar. No es que sea una casa o un refugio, es una roca grande desde la cual podemos ver y vigilar el entorno, lejos del refugio, pero no muy retirado del mismo para llevar la noticia de un avistamiento, para mantenernos seguros todos.
La camioneta de los perseguidores sigue acercándose, escucho el ruido del motor aproximarse a pesar del constante chillido en mis oídos; hace años fue molesto, pero ahora ya es tan constante que lo escucho sin realmente percatarme de él. Aprieto mi rifle, y en la palma de las manos siento las cicatrices, no siento dolor alguno, gracias a Sam, al final acepté su ayuda, que de no haberlo hecho no habría disfrutado del dulce contacto del amor, de cargar a mi hija. Extraño tanto a Sam.
El vehículo se detiene a cien metros del punto "A". Ros y Benja apuntan, esperan mi señal para el momento de disparar, el sudor recorre la cien de Benja, y el pelo de Ros está aplastándose con la humedad. Caira está a un lado mío, apuntando también, puedo percibir su ligero temblor por el rifle.
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Ciudadanos
Science FictionUn grupo de personas intenta salir de su Ciudad, un enorme edificio donde los pisos más bajos son los más pobres, no así lo más altos, hacia un mundo desconocido y peligroso, diferente del que han conocido en la Ciudad, donde la desolación y la muer...