Maurice.
Ella ya está lista y esperándome cuando atravieso la puerta corrediza, se pone de pie inmediatamente y viene hacia mí para abrazarme y plantar sus labios sobre los míos. Nunca nadie me había recibido así, ni siquiera Aneka cuando era niño y llegaba del colegio me recibía con un beso. Ni Vanessa. Nadie.
—¿Quieres comer antes de irnos? —Mira la hora en el reloj del pasillo, ya es tarde para el almuerzo, pero temprano para la cena.
—No, me voy a dar una ducha rápida y nos vamos. —Vuelve a besarme antes de dejarme ir hacia mi habitación.
No tardo, me visto informal con un pantalón de mezclilla y camisa blanca a juego con zapatillas deportivas blancas. No suelo usar este tipo de ropa, pero hoy no me siento con ganas de aparentar estar caminando por una pasarela como todos los días. Ella también va sencilla, un vestido floreado con tela vaporosa que revolotea sobre sus muslos cuando camina y sandalias de piso, el pelo suelto y liso como siempre y solo un poco de brillo en los labios, tan sencilla que aparece de nuevo esa pueblerina que conocí, sólo que con ropa de marca, sin embargo, hermosa.
Si, se ve hermosa y radiante porque sonríe feliz mientras bajamos al estacionamiento. Todo el camino va tarareando las canciones, se remueve en el asiento como si bailara, ella baila terrible recuerdo. Va tan relajada y contenta que no puedo evitar contagiarme y sonrío viendo sus movimientos torpes y tarareando con ella la música.
La tienda da un poco de miedo, tiene toda clase de artículos religiosos, desde libros, CD's, figurillas tétricas de santos, velas, crucifijos en las paredes, copas y cálices, cuencos y platos dorados, estampillas de más santos y una incontable cantidad de rosarios. Priscila observa todo maravillada, va de aquí para allá mirando y tocando las cosas en compañía de una señora mayor que se le unió en cuanto entramos, yo permanezco en segundo plano, casi deseando no ser notado y que no me incluyan en la plática de fanatismo religioso.
Se acercan al área de los rosarios y la vendedora le muestra a Priscila muchos de ellos, me uno a ver su elección porque eso sí me interesa, algunos de los rosarios tienen el precio colgando junto con el crucifijo y quiero ver cuál es el que ella elige. Hay de varios materiales, cuentas de madera e hilo, como el que ella tenía, de cadena de metal, cuentas de cristal, con filigrana, de plata e incluso hay unos finos de oro blanco, rosa y dorado.
—¿Cuál te gusta? —pregunto interesado en su respuesta, miro sus ojos y hacia cuál se dirigen para que no pueda engañarme.
—Este —dice tomando uno de madera e hilo, similar al que tenía, es de los mas baratos que hay, cuesta apenas unos cuántos dólares.
—¿Estás segura? —Tomo uno de los finos rosarios de oro, no tiene precio por lo que debe ser elevado. Es completamente de oro, las cuentas, la cadena es un torsal y el crucifijo muy bien labrado—. Este me gusta. —Se lo ofrezco para que lo tome, cualquiera con un poco de sentido común elegiría el de oro al de madera e hilo.
—Si es muy bonito, pero me gusta más este —insiste desviando la vista del que yo tengo al que está en sus manos—. Se parece al que mi mamá me hizo.
—Si tu esposo te quiere obsequiar este, yo no lo rechazaría —comenta la vendedora, obviamente prefiere vender un costoso rosario de oro a una baratija de madera.
—Puedes llevarlo tú y usarlo, tú me enseñas a tocar la guitarra y yo te enseño a rezar el rosario —propone animada y casi quiero gritar que ni se le ocurra.
—Confío en que me incluyas en tus rezos. —Dejo el rosario dentro de la cajita transparente que lo exhibe y se lo entrego a la vendedora, la cual no oculta la desilusión por no haber vendido ese.

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Boda de Odio
RomantikBilogía Tentación #1 Bien dicen que del odio al amor solo hay un paso, pero del amor al odio también. Él juró odiarla hasta la muerte, ella prometió que nada los separaría. Un matrimonio obligado en el cual la inocencia y la religión juegan un papel...