Priscila.
Ni siquiera regresamos al camerino, Maurice me quita el micrófono y el auricular y se lo avienta a alguien del staff junto con el suyo, avanzamos por los pasillos con Mateo detrás de nosotros rumiando cosas que no llego a comprender. En el estacionamiento Mateo retiene a Maurice y se apartan un poco de mi que entro en el auto y espero, quiero saber que tanto discuten pero hablan en inglés.
El representante se ve muy molesto y mi esposo exasperado. Ahora que estoy dentro del auto, que mi explosión de furia se apagó y que pienso mejor las cosas creo que si fui muy insolente hablándole así a una mujer mayor, para colmo frente a las cámaras de televisión que transmitían en vivo. Me ahogo con mis propios pensamientos, quizá esto perjudica más a Maurice, quizá mi comportamiento lo pone en medio de otro escándalo por no saber cómo comportarme frente a las cámaras.
Entra en el auto cuando termina de discutir con Mateo, se le nota molesto y yo me muerdo los labios porque sé que lo está por mi culpa, aunque le haya hecho gracia lo que respondí, lo cierto es que lo dejé en vergüenza. Conduce a una velocidad más alta de lo que normalmente lo hace, ni siquiera me animo a poner el reproductor de música, el silencio es tanto que me aplasta contra el asiento.
Se detiene frente a un lujoso hotel, baja del auto, se dirige a mi puerta para abrirla, me extiende la mano y me ayuda a bajar. No entiendo nada de lo que pasa, ya no tiene esa expresión de querer asesinar a alguien con su propias manos, en cambio aprieta fuerte la mía y me arrastra al interior del hotel.
—Maurice... —Me atrevo a llamarlo, él me da una mirada de reojo—. Lo siento, discúlpame si te hice quedar mal frente a las cámaras. —Resopla y se ríe, se detiene frente al elevador y espera a que las puertas se abran. Una vez dentro y cerrada de nuevo la puerta se abalanza sobre mí, mi espalda choca contra la pared del ascensor por la fuerza con la que su cuerpo impacta el mío, sus manos sostienen mi cabeza por detrás de mis orejas y su boca asalta la mía con desespero.
—Lo que hiciste fue una estupidez, seguramente Susan no se quedará cruzada de brazos, pero disfruté ver el rostro de esa arpía encenderse por como una chica que ni siquiera es de nuestro medio le cerró la boca. —Sigue besándome mientras el elevador sube, no me permite responder y tampoco es que pueda pensar en algo que decir, su boca no me permite tener pensamientos coherentes. Nos detenemos, la puerta se abre en un iluminado y lujoso pasillo que lleva a una gran puerta de cristal, es un restaurante.
—¿Vas a cenar con alguien? —pregunto, Maurice nunca me lleva a cenar, salvo la vez que lo hicimos con Keno y Nelly, él asiste a sus compromisos sólo.
—Vamos a cenar tú y yo, tenemos que brindar por el show. —Tira de mi mano para avanzar hacia la puerta corrediza que se despliega a un lado para dejarnos entrar.
El interior es muy elegante, mucho más que El Vagabond, la vista es preciosa, aunque prefiero la de nuestro hogar. Las personas aquí van vestidas como en las películas, como si fueran a una fiesta de gala, al menos ahora no me siento fuera de lugar con mi vestimenta y con todo el maquillaje que llevo. Nos recibe una mujer joven y muy atractiva detrás de un pequeño mostrador de cristal apenas hemos traspasado la entrada, ella sonríe ampliamente al ver a Maurice, creo que lo conoce o al menos lo reconoce.
Le habla en inglés con una voz aterciopelada mientras abanica con rapidez sus pestañas que por supuesto son falsas, nadie las tiene así de largas, Maurice intercambia palabras con ella y en un par de minutos nos dirigen a una mesa frente al inmenso ventanal de cristal con vista al mar. El mesero más pomposo que he visto en mi vida nos entrega las cartas, intento leer lo que dice pero no está en español y mi inglés es demasiado básico.
—No entiendo lo que dice la carta —susurro hacia Maurice lo más bajo que puedo para que los demás no me escuchen, aunque tal vez tampoco hablen español, en Miami mucha gente lo habla, pero también hay quienes no, como Susan.
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Boda de Odio
RomanceBilogía Tentación #1 Bien dicen que del odio al amor solo hay un paso, pero del amor al odio también. Él juró odiarla hasta la muerte, ella prometió que nada los separaría. Un matrimonio obligado en el cual la inocencia y la religión juegan un papel...