Cap 36. Karma y Dios

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Maurice.

Aparco el automóvil en el estacionamiento del hotel, salgo dando un portazo de la rabia que traigo concentrada en el estómago, esa estúpida me va a escuchar. En cuanto las puertas del ascensor se abren en su piso camino a la puerta y la golpeo con fuerza, ella abre inmediatamente y me sonríe coqueta y cínica mientras se hace a un lado para dejarme pasar.

Trae puesto un conjunto de lencería muy atrevido que enmarca ese culo redondo por las múltiples tiras que abrazan sus piernas y cadera, le queda de infarto. Percibo su intención de querer besarme cuando se acerca a mí y la detengo en el acto, sólo vine a decirle que deje de joderme y se largue, que lo que sucedió solo fue un acostón sin importancia.

—¿Qué pasa mon amour? ¿Te peleaste con la pueblerina antes de venir? Seguro la encimosa no quería dejarte salir ¿Cierto? —Intenta envolver mi cuello, mis manos sujetan sus muñecas y la separo una vez más.

—No, Priscila no es ninguna encimosa y no discutí con ella —gruño.

—¿Entonces que tienes? ¿Es por la empresa que estás tan tenso? ¿Quieres que de te un masaje para relajarte? —Insiste en querer tocarme, de nuevo detengo sus manos que ya se disponían a soltar los botones de mi abrigo.

—Eres tú la que me tienes así. —La empujo por lo brazos, retrocede dos pasos y me mira confundida—. Te dije que no tengo tiempo para estarlo perdiendo contigo Vanessa, pero como siempre, jodes y jodes para conseguir lo que quieres. —Sonríe de lado, y vuelve a acercase, la estúpida aún no ha comprendido el motivo por el cual vine.

Mon cher, yo siempre consigo lo que quiero y lo que quiero ahorita es a ti. —Se lanza de nuevo hacia mi, la detengo en el aire tomándola de los hombros en un movimiento rápido y le doy la vuelta para llevarla contra la pared—. Mmm, vienes rudo, me encanta.

—Vine a decirte que dejes de joder y dejes de llamarme, entiende que tengo una maldita vida y que tú sólo fuiste un revolcón de una noche, una modelo más a la cual me follé. Ya no te amo, ni siquiera te deseo como antes, no te quiero cerca de mí, acéptalo de una puta vez y podremos estar en paz —siseo en su oído. Me alejo de ella que da la vuelta furiosa, conozco ese gesto y sé que está por comenzar una batalla, así es ella, ridícula y teatrera, pésima actriz.

—¿Quién mierda te crees para hablarme así idiota? —Trata de empujarme, atrapo sus manos antes que llegue a tocarme y la vuelvo a poner contra la pared, tal como lo hice con el papá de Priscila en el hospital, poniendo en práctica las clases de defensa personal que tomé para uno de mis personajes—. Suéltame, imbécil. —Pelea contra mi sin lograr zafarse, la suelto porque lo que menos quiero es perder el tiempo aquí con ella.

—Soy el hombre al que dejaste porque eres una maldita arpía ambiciosa, pero ya no soy el imbécil que hacía lo que sea que pidieras, si te follé fue sólo para devolverte el golpe. ¿Creíste que no me di cuenta de tus intenciones? Eres tan patéticamente obvia Vanessa, lo zorra interesada no puedes ocultarlo con nada.

—Tú a mí no me vas a tratar como a una puta. ¿Me oíste? —Bufa, las aletas de su nariz se expanden.

—Si la que se comporta como puta eres tú misma, no tengo que hacerlo. —Me paso las manos por el cabello, estoy harto de estar aquí y ya quiero largarme a mi casa, donde me espera un bonito tanga negro que pretendo arrancar con los dientes—. Era todo lo que tenía que decir, no vuelvas a llamarme o tendrás problemas, serios problemas.

—¿Problemas? —Se carcajea—. Problemas tendrás tú cuando le diga a tu puta esposa que te pasaste metido en mi cama dos días, problemas tendrás cuando le informe a la prensa que tu linda historia de amor no es más que publicidad para la novela y que sigues siendo el mismo idiota que anda tras el culo de las modelos. —Que me amenace hace que la furia que llevaba en el estómago se me suba a la cabeza.

Boda de OdioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora