Cap 48. Perdida

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Priscila.

Aún estoy furiosa cuando despierto. Aunque dormí mejor que en los días pasados porque sus brazos se rehusaron a soltarme y me envolvió posesivamente con ellos durante lo que restaba de la noche, eso sólo hizo que mi enojo aumentara. Lo peor es que estoy más furiosa conmigo por mis reacciones que con él por ser ese demonio sexual. 

No quería que hiciera lo del pasillo, sin embargo no hice nada por detenerlo pudiendo rechazarlo, lo disfruté, gemí cuando el orgasmo me recorrió y no debería haberlo hecho porque aún tenemos mucho que trabajar en nuestra relación antes de volver a tener intimidad. Verlo masturbarse fue lo peor, preferí meterme bajo las sábanas y cubrirme por completo para no apreciar su erección que me exigía tomarla en mis manos e hincarme para meterlo a mi boca.

Dios mío, perdona mis pensamientos libidinosos.

Cómo los de Maurice. Me contagió su inmoralidad.

—Mañana tengo la reunión con Universal para firmar el contrato, por la noche iremos a celebrar. —Levanto la vista del plato, amanecí con hambre por primera vez desde hace días y ya casi me acabo el desayuno.

—¿Una cena? ¿Con Nelly y Keno? —pregunto en voz baja, ya no me ha dicho nada del vídeo del restaurante, no sé si me cree que no fue lo que parecía. Maurice frunce los labios, da un sorbo a su café antes de contestarme.

—Pensaba sólo en nosotros y Mateo, él también querrá celebrar.

Mateo.

Aprieto los labios por la mención de su representante.

—¿Qué pasa? —Lo miro sin hablar, no quiero decir nada contra Mateo, es una persona importante para él—. Dime qué pasa —insiste imperativo tomando mi mano por encima de la mesa—, quedamos que nos diríamos lo que pensábamos. —Que me recuerde mis propias palabras me deja sin argumentos para negarme a hablar.

—No me siento a gusto con Mateo, cuando habló contigo por teléfono dijo que nuestro matrimonio casi arruina tu carrera y ahora no quiere que participe en la grabación del disco, suele ser amable conmigo, pero a veces siento que en realidad no le agrado. —La expresión de Maurice por mis palabras me comprueban lo que ya sospechaba, rápidamente la muda por una que pretende ser relajada.

—Mateo se preocupa mucho por mi carrera, cualquier cosa que piense que me distrae a él no le agrada, no es nada personal contigo. —Analizo sus palabras, no sé cómo sentirme respecto a su representante.

—¿Él piensa que yo te distraigo? —Maurice se inclina hacia mí, su mano en mi cuello me atrae a él aunque ponga resistencia, sus labios rozan mi mejilla y me obliga a cerrar los ojos por la sensación.

—Eres la peor distracción del mundo, sólo pienso en follarte. —Sonrío ligeramente sin que me vea y me aparto de él.

—No empieces —lo riño—. Tú sólo piensas en sexo.

—No —refuta—, no pienso sólo en sexo, también en tus gemidos, en como tus mejillas se sonrojan cuando estás excitada y en tus gestos cuando te corres con mi verga dentro de ti.

Ave María purísima.

¿De qué me sorprendo si ya lo conozco?

—Maurice —gruño—, ya basta.

—¿Sabes cuál es mi pensamiento favorito? ¿El que más me distrae? —Se pone de pie, mi corazón se acelera cuando lo tengo a un lado, su pelvis rozando mi antebrazo, sintiendo su erección—. Tus labios... —Levanta mi mentón con su mano, se inclina hacia mí, sus ojos azules me atrapan, me impiden moverme cuando toma mi mano y la lleva a su erección—. Envolviendo mi pene, chupando como sólo mi santurrona lo sabe hacer, podría correrme solo fantaseando con eso, pero prefiero hacerlo en tu boca y ver cómo te tragas todo, como gimes porque te gusta que te llene de semen.

Boda de OdioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora