Cap 33. VH-Desing

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Priscila

Nunca había dormido con Maurice en su cama, nunca sus brazos fuertes me habían abrazado toda la noche haciéndome sentir segura y protegida, después de largas y placenteras horas en las que se dedicó a tomarme de todas las maneras posibles no me pidió irme de su cama, se limitó a abrazarme aún desnudos, a acariciar mi cabello mientras tarareaba una canción desconocida para mí, mientras yo dejaba que el cansancio de dos días me venciera.

Lo observo dormir, es tan hermoso y ha sufrido tanto que sólo quiero quedarme aquí para siempre, abrazándolo. Mis dedos repasan el contorno de su rostro, grabándome sus rasgos a fuego en el corazón y en las yemas de mis dedos por las cosquillas que siento al acariciar su piel blanca. Hace una mueca cuando rozo su nariz, sonrío levemente y ahora recorro sus labios, esos labios que se roban la coherencia de mis pensamientos.

—Vuelve a dormir —murmura adormilado ampliando mi sonrisa, sus brazos me aprietan a él haciendo que mis pechos se aplasten contra el suyo y un ligero suspiro sale de mi garganta.

—Ya no puedo, hemos dormido mucho. —Tal vez eran las seis de la tarde cuando, exhaustos después de muchas horas de deliciosa intimidad y de que una chica del servicio nos subiera algo de comer, nos quedamos dormidos.

—¿Qué hora es? —Reviso su reloj de pulsera que reposa sobre el buró a lado de la cama.

—Casi las cinco de la mañana. —Lo dejo de nuevo y mi mano regresa a su rostro, para seguir acariciándolo.

—Puedo dormir hasta las siete, después debo levantarme para ir a los almacenes —informa, me desinflo un poco, sé que tiene obligaciones de la empresa, pero no quiero que se vuelva a ir, no quiero que vuelva a desaparecer por días.

—¿Regresarás hoy? —pregunto tímida, deseando que no le moleste mi atrevimiento. Abre un ojo y me mira, me parece que hay sincero arrepentimiento en su semblante, ayer cuando me pidió perdón por haberme hecho pasar por horas de angustia fue sincero.

—Si lo haré, lo prometo. —Cierra el ojo nuevamente y se gira para quedar boca arriba, su erección forma una pequeña carpa debajo de las cobijas. Me atrevo a deslizar mi mano por su abdomen dirigiéndola hacia abajo, hasta llegar a sus genitales, los cuales voy envolviendo con mi mano despacio. Sus labios se curvan hacia arriba mientras acaricio sus testículos, siento mi rostro calentarse por lo que estoy haciendo, sin embargo no me detengo, me gusta la sensación de su piel tan suave entre mis dedos.

»¿Estás buscando que te folle otra vez? —No abre los ojos por lo que no puede verme, me acerco a su oído y dejo un suave beso a su lóbulo.

—Hazlo, por favor —pido en un susurro y noto como la piel de su rostro y cuello se erizan. Retira la sábanas de nuestros cuerpos, hace un poco de frío, pero eso es lo que menos importa cuando la temperatura de nuestros cuerpos ha comenzado a subir.

—Móntame —ordena, no es agresivo pero si autoritario. Sin pensarlo dos veces subo sobre su pelvis y guío su miembro a mi intimidad.

Él acaricia mis muslos y sube por ellos hasta que sus manos se posan sobre mis caderas y me mueve, lento presionándome fuerte contra él, haciendo que perciba el roce de su pelvis y el mío. Es intenso, la forma en que me mira, como sujeta mi cuerpo, sentirlo en mi interior, necesito moverme más rápido y lo hago, apoyo las manos en su pecho y el dirige las suyas a los míos, los masajea sensualmente y comienza a elevar la cadera en busca de más profundidad, robándome jadeos indiscretos y él regalándome los suyos, la prueba de que disfruta de lo que está sucediendo.

Amo esto, me gusta mucho la forma ruda en la que me toma, pero esto, es simplemente magnífico, bien podría pasarme otro día más metida en la cama con él, sintiendo sus manos recorrerme con suavidad.

Boda de OdioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora