Capítulo XXXIX

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Capitulo final.

Dylan Holsen.

Aron estaba apuntando su arma hacia mí. Yo inconscientemente cierro los ojos y pongo las manos en mi cara a la espera de que la bala llegue a mi abdomen, el cual estaba apuntando.

Entonces se escucha por todo el lugar el estruendoso sonido que hizo su pistola al ser presionado el gatillo.

Pero otra vez, el impacto nunca llegó. Entonces quito las manos de mi cara y abro mis ojos para ver qué sucedió. Pero hubiera preferido no hacerlo.

Allan estaba en frente de mi como si fuera un escudo, totalmente inmóvil. Mientras que Aron aún mantenía su arma firme apuntando, pero su cara era de asombro total, estaba totalmente petrificado ante la escena mientras veía a Allan.

Hasta que entonces caigo en cuenta.

Aron le había disparado a Allan.

Él detuvo el impacto de la bala que debía ser para mí y no para él.

Entonces, el chico que está en frente de mi, baja la cabeza y mira su abdomen, yo no puedo verlo, claramente, ya que estaba de espaldas a mí. Entonces ahora soy yo el que baja la mirada hacia su espalda, y esta se estaba llenando cada vez más de su sangre.

Entonces el chico pierde el equilibrio y cae al suelo de rodillas.

— ¡Allan! —Jennifer grita su nombre, un grito tan fuerte y desgarrador.

Yo no había reaccionado hasta ese momento, hasta que vi a Allan caer de rodillas en el suelo mientras se formaba una mancha de sangre en la parte de atrás de su camiseta blanca.

Yo rápidamente lo rodeo y me agacho a su altura para verlo. Pero él tenía la vista puesta en sus manos, ya que estas estaban llenas de la sangre que corre de su abdomen, ocasionado por el disparo que recibió el de cabello plateado.

Entonces él me mira. Sus ojos verdes azulados estaban fijados en mí, mientras estos se llenaban de lágrimas, mismas lágrimas que eran contenidas por él.

—Allan...—Le llamo con la voz en un hilo.

Él niega con la cabeza, pero sin dejar de mirarme a los ojos, ojos que poco a estaban comenzando a cristalizarse.

Pero luego, el de cabello plateado cae hacia el frente, siendo únicamente sostenido con sus manos, las cuales utilizó como apoyo ante el impacto del suelo.

Los demás no hacían nada, solo veían la escena anonadados, no podían creer que su amigo estuviera a punto de perder la vida en ese frío suelo de madera de esta cabaña.

Yo en un movimiento de desesperación, le doy vuelta para colocarlo boca arriba, y así entonces poder colocar mis manos en la herida y hacer presión en ella, para evitar así que se siga desangrando.

Él me mira sin expresión alguna, pero las lágrimas en sus ojos están a punto de caer y rodar por sus mejillas.

En el suelo se estaba formando un charco de sangre y estuve a punto de entrar en pánico, hasta que entonces lo siento. El chico de cabello plateado tomó una de mis manos y la alejó de su herida, hasta ese momento fue que me había dado cuenta de lo ensangrentadas que estaban mis manos y las de él.

—No, Dylan...—Niega Allan a duras penas.

Yo con lágrimas en los ojos le respondo:

—No te dejaré, tú no puedes morir. — Entonces una lágrima corre por mi mejilla.

Él niega con la cabeza mientras sube su otra mano y la pasa por mi mejilla para limpiar la lagrima que corría en ella, manchándome de sangre en el proceso, pero eso ya no me importa, lo único que quería es que él no me dejara.

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