Capitulo XXIV

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Capítulo XXIV

Dylan Holsen.

—¿¡Hay alguien en casa!? —Vocifero una vez dentro de la casa.

Nadie respondió, así que asumo que no ha de haber nadie.

Suelto un suspiro pesado. Mi madre no sabe que ya me dejaron libre, debe de estar trabajando, además que yo no he podido decirle porque mi celular se quedó sin batería después de que llamé a Allan. Me pregunto si Allan ya le habrá dicho.

Igual de todas maneras, ella va a venir a casa y me va a ver, así que no me preocupo por eso.

Cierro la puerta detrás de mí y me dirijo a la cocina, me moría el hambre. Me quito la chaqueta de Allan y la coloco en el mesón para dirigirme a la nevera y buscar algo de beber.

Lo primero que veo es jugo de naranja, así que saco de ese, luego busco un vaso y me sirvo para luego tomar un sorbo. Sabía tan bien como lo recordaba.

Pero no puedo distraerme con eso. Ya estaba libre, el anónimo me sacó de ahí, ahora tendría que actuar, tendría que delatarlo. ¿Se lo digo a los chicos? No, no puedo. Es muy arriesgado contarlo, ya que cualquiera podría serlo.

Si lo decía, me estaba arriesgando a que el anónimo sepa que lo delaté, pero entonces ¿Cómo lo hago? Si lo voy a decir, tendría que ser con una persona de confianza, el problema es ese ¿Quién es de confianza?

¿Con quien tendría la suficiente confianza para decirle?

Pero entonces, la puerta de la casa se abre y se cierra de nuevo, alguien acaba de llegar, y eso me sacó de mis pensamientos.

Dejo el vaso en la isla de la cocina y me acerco lentamente a la entrada de la cocina, pero mis pasos se detienen cuando ve a alguien llegar a la entrada primero.

Era Allan.

—Deshacerme de ese cuerpo fue más fácil de lo que creí. — Comenta parándose en la entrada de la cocina y recostándose en el muro de la puerta.

Yo pongo los ojos en blanco.

—Casi me matas del susto, idiota. — Digo mientras me giro sobre mis pasos y agarro el vaso de jugo nuevamente.

—Sí, bueno, pero no lo hice ¿cierto? — Pregunta de manera un poco juguetona.

—Si, a mi no me mataste, al menos. — Digo sarcástico.

Él se despega de la puerta de la cocina y avanza a la nevera para luego abrirla y husmear lo que hay dentro.

— ¿No lo superarás, verdad? — Me pregunta con la cabeza metida en el refrigerador.

Yo tomo un sorbo de mi jugo antes de contestar. — Perdón por no superar el hecho de que mataste a alguien en mi cara y luego estés aquí en mi casa como si nada.

Él saca su cabeza de la nevera y me ve.

— A ver, Dylan, tú ya sabes lo que hago, lo que hacemos. Y sí, llámalo como tú quieras, asesinos, psicópatas, dementes, trastornados. Como mejor te plazca, pero no puedes negarte a eso, esto es así, D, y tu buscaste esto en primer lugar. —Obvia el ojiverde.

—Solo... ¿podemos dejar de hablar de eso? — Pregunto cansado.

— Claro, como prefieras. — Dice para luego volver a meter su cabeza en el refrigerador. — Bien, entonces ¿quieres comer algo?

(...)

—Estuvo muy buena la comida, gracias. —Le agradezco mientras me levanto de la mesa y me dirijo al fregadero.

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