Capítulo XXXVII

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Capítulos finales.

Dylan Holsen.

La tranquila caminata por la mañana en el parque era todo lo que uno de estos ciudadanos podía pedir.

Tan calmados y riendo, totalmente ajenos a todo lo que estaría por pasar.

Me encontraba en una de las bancas del parque, sentado en ella y mirando a los niños jugar en los columpios y toboganes. Me recuerda a cuando yo tenía su edad y lo único que me importaba era llegar a lo más alto cuando me columpiaba.

Pero siempre estaba el miedo de hacerlo. De subir a lo más alto y luego caer en picada hasta el suelo del parque. Eran unos instantes de felicidad cuando te columpiabas y llegabas a la sima. Pero era sólo eso "instantes de felicidad", ya que después te tocaba caer, y no lo hacía con sutileza, simplemente caías hasta el fondo. Entonces te asustabas, su corazón latía rápidamente ante la idea de no poder volver llegar a las alturas en las cuales te encontrabas, y entonces te negabas a volverlo a hacer, porque la caída era tan fuerte, que preferías quedarte abajo y no volver a subir.

Preferías quedarte abajo y no volver a intentar tocar las nubes de nuevo, entonces pasaba el tiempo y aún estabas abajo. Pero cuando al fin quisiste volver a columpiarte y subir a lo más alto, ya era demasiado tarde. Entonces te das cuenta que la peor caída no fue cuando lo intentaste la primera vez y caíste, sino que la peor caída fue cuando caíste y decidiste quedarte abajo, y no volver a subir.

Pero así éramos todos, tan asustados de subir a las alturas y caer. Tan asustados de vivir y luego morir. Tan asustados y enamorarse y que luego te rompan el corazón...

Mi padre siempre decía "Nunca dejes que el miedo te venza, porque no sabes las grandes cosas que puedes hacer con él. Si te dejas dominar, entonces nunca harás nada por el miedo a fallar, pero ¿y si tú dominas al miedo?"

Esa misma mañana era eso lo que sentía. Miedo. Pero no me dejaría dominar por él. Había llegado hasta aquí, no dejaría que una simple emoción como el miedo, me cague todo mi plan.

Estaba esperando, pacientemente, con las manos en los bolsillos de mi chaqueta, mirando a los niños jugar y echándole unas cuantas ojeadas a la hora en mi celular.

Él dijo que estaría por aquí a estas horas.

Habíamos hablado, me había creído y habíamos quedado en vernos. Allan si tenía razón, me estaba yendo directo a la puta boca del lobo. Pero no había otra manera de hacerlo, y estaba convencido de que mi plan no fallaría.

Todo estaba hablado.

Después de que hablé con el anónimo, nos tomó a Allan y a mi unos días en planificar todo correctamente y estar completamente seguros de que eso sería justo y preciso. Estuvimos esperando hasta hoy, lo esperábamos a él.

El anónimo no lo sabía, pero Allan también lo esperaba, al igual que yo.

Si algo me pasaba, él sabía cuando actuar, y no haría nada hasta que de verdad lo necesitara. Ambos sabemos a qué nos enfrentábamos, y esperábamos que estuviéramos lo suficientemente preparados para esto.

Tenía mi vista puesta en la nada, y entonces lo siento, alguien se sienta a mi lado. Mi corazón latió a mil por hora, pero intenté de no demostrarlo. Volteo lentamente mi cabeza para mirar a la persona que se había sentado, pero cuando estoy a punto de hacerlo, entonces esa persona habla.

—No voltees. —Habla firme.

Era la voz de una chica, justamente la misma voz de la chica que había estado con el anónimo en el baño. Era la misma voz de la chica que había estado en los pasillos cuando Allan escuchó la conversación. Era la misma voz de la chica que era cómplice del anónimo... Y estaba justo a centímetros de mí.

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