Capitulo XX

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Dylan Holsen

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Dylan Holsen.

—Ahh— Ella gime en mi boca mientras está contra la pared.

Me encuentro en el pasillo de la casa, casi a la entrada del baño. Por este lado de la casa, no transitaban muchas personas, a excepción de los que iban a follar.

Estoy con una chica, la cual estoy besando bruscamente mientras la mantengo pegada contra la pared, mi brazo está a un lado de su cara, apoyado en el muro, mientras mi otra mano está debajo de su camisa mientras masajea uno de sus senos y juega un poco con ellos. La chica tenía un sexy tono de piel bronceado, y su cabello corto y negro le daban ese toque hermoso. Ella tiene los brazos en mi cuello, uno toca mi cabello y el otro solo se queda quieto. Ella sube una pierna a mi cintura y me pega más a ella.

Nuestras lenguas se enredan una con la otra, convirtiendo el beso en uno muy erótico. Luego, mordías, lamidas, gemidos, gruñidos...

La música suena tan fuerte que ni siquiera me di cuenta el momento en el que mi celular comenzó a sonar por unos mensajes.

Ella detiene el beso. — ¿Qué es eso? — Me pregunta refiriéndose al sonido de mi celular por los mensajes.

—Solo son unos mensajes, no es nada. — Le digo para luego volver a besarla y continuar con lo nuestro. Ella sede y volvemos a lo que estábamos.

Pero entonces, los mensajes vuelven a sonar.

Ella se separa de mi, saca mi mano de su camisa y baja la pierna de mi cintura.

— ¿Qué pasa? — Pregunto un poco desconcertado con su repentina acción.

—El sonido, me distrae. Lo apagas o me voy. — Me dice fríamente y se cruza de brazos.

Yo accedo y saco mi celular de mi bolsillo para ponerlo en silencio. Pero al encender la pantalla, no eran los típicos mensajes que me esperaba... era un número desconocido, haciéndose llamar "Anónimo". El mismo anónimo que ya conocía.

—Ay, mierda — Maldigo a mis adentros.

— Hey, ¿Qué pasa? ¿Todo está bien? — Me pregunta la chica con un tono de preocupación.

—No es nada, solo tengo que irme.

Y dicho eso, le doy la espalda y comienzo a irme por donde vine, saliendo así del pasillo. Pude oír a lo lejos como la chica me gritaba cosas y me decía que volviera, pero a la mierda, ni siquiera sabía su nombre, y es probable que al día siguiente no recuerde ni su cara.

Después de atravesar casi toda la casa, me siento en uno de los sofás de la sala, que para mi sorpresa, estaban vacios. Aprovechado la soledad, leo los mensajes, cada uno peor que el anterior, diciendo cosas horribles y amenazadoras, pero lo que más me llamó la atención era que la mayoría de los mensajes eran relojes. Y entonces recuerdo.

UNO por UNODonde viven las historias. Descúbrelo ahora