26. II. Inicio del segundo final

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La energía de su cuerpo había fraguado en los últimos días, su pecho no dejaba de doler, pero no podía estar enojado con Tweek.

Había sido un maldito, se merecía cada una de las puñaladas que le daban las palabras del rubio.

Sin embargo, Craig sabía cuán egoísta podía ser. Estaba enojado, sentía rabia hacía sí mismo como a quién sea que le haya hablado mal.

¿Habría sido Stan?

¿O Annie?

Ella era la única chica que había lastimado o al menos que podía decir eso. Consideró que nunca había ilusionado a nadie como Tweek lo había hecho con él, nunca había tratado bien a alguien que no quiso ni tampoco había mentido para conseguir tener sexo con nadie.

¿Realmente se merecía lo que Tweek hizo?

Si quería vengarse, hubiera aceptado sus golpes e insultos. Iban a doler, pero no tanto como el que haya jugado con sus sentimientos.

Tweek sabía todo lo que sentía y no le importó.

No tenía fuerzas para hacer algo más que estar en su cama. Su madre lo había regañado por no bajar a comer o limpiar su cuarto, tardó varios días en darse cuenta de lo ocurrido: Craig estaba sufriendo por amor.

-Eres guapo, solo sal un rato y podrás encontrar otro chico que te guste -dijo.

Craig sabía que su madre consideraba valioso a Tweek, irremplazable, se había puesto feliz el día que supo que tendría una cita con él. Quizás ahora estaba tratando de remediar sus inútiles ánimos.

No le respondió, tampoco a su padre que iba a cada minuto a hablarle de cosas sin sentidos como el clima, las últimas noticias del país o de la primavera tardía de ese año. Le había dado mucho dinero a pesar de no haberle pedido nada.

Estaba deshecho.

Solo por insistencia de su madre se vistió una mañana, luego ella lo arrastró a ciegas a su lugar favorito para desayunar. Craig se negó a ordenar, pero Laura lo hizo por él.

Dejaron unos hotcakes junto a una taza de vidrio con capuchino frente suyo. Se forzó a comer hasta sentir deseos de vomitar y solo pudo terminar la mitad de lo servido. Había visto ese tipo de comportamientos en las películas románticas, jamás había creído que fueran reales hasta el momento.

Su madre parecía querer llorar por su falta de apetito. En su opinión estaba exagerando.

-Ven, vamos al supermercado a comprar golosinas.

-¿No tienes que trabajar?

-Pedí el día libre.

Craig resopló, no tenía energía para caminar. Mucho menos para estar en público con su apariencia moribunda. Porque sí, había visto sus grandes y rojizas ojeras esa mañana.

Tan pronto como entraron, su preocupada madre se olvidó de él al entretenerse con los chismes de la señora Stotch. No tenía deseos de escuchar nada de ello. Tomó un carrito y caminó por los pasillos, no quería nada, pero hizo uso de su memoria para recordar las cosas que le gustaban.

Oreos, kitkat, pringles. Evitó el café moca porque el olor le recordaría a Tweek y en su lugar buscó algún té extraño. Se dirigió a las heladeras de las bebidas, agarró varias botellas de coca cola, sprite y se movió lentamente hasta las latas de cerveza.

Se había dicho que no consumiría ninguna mierda más que le hiciera sentirse tonto. Pero en esa situación, deseaba desesperadamente sentirse lejos de su cuerpo y perder el control de su mente.

No te vayasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora