31. II

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El aroma a café lo ayudaba a tranquilizarse, apretó la taza y la llevó a sus labios. Era un día tranquilo, tan frío como la bebida que fluía por su garganta. No recordaba en qué momento había llegado allí ni tampoco haber usado la máquina que calentaba el agua.

La luz clara del lugar comenzó a cambiar de pronto, en una fracción de segundo vio como se oscureció hasta tornarse de noche. Tweek tembló al sentirse impactado e incapaz de comprender.

—¿Qué creíste? ¿Qué escaparías de mí? —dijo Pete entre dientes.

Miró los ojos inyectados de sangre del gótico, nunca lo había visto tan molesto con él. Movió con dificultad sus ojos al rededor, no se encontraba en el café como hace unos segundos, sino en un callejón que no reconocía. Intentó moverse a pesar de que Pete lo sostenía desde cuello y lo apretaba contra pared, pero sintió un profundo dolor en sus piernas. Entonces recordó los hechos, estaba huyendo de Pete y ahora lo había encontrado en un estado en el que no se podía defender.

Tembló, su cuerpo entero estaba en un frenesí. Sin embargo, no podía gritar ni tampoco tenía fuerza para si quiera llamar la atención de las personas que caminaban por la acera. A simple vista podría pensarse que eran dos chicos peleando o a punto de besarse.

Pete lo golpeó contra la pared, sintió como comenzó a dificultarle el paso del aire hacia sus pulmones.

—Creí que eras diferente, Tweek. Yo siempre te traté bien, fui bueno y te ayudé cuando Craig te acosaba. Pero, ¿a quién prefieres de entre los dos? Solo ves el exterior como las demás chicas que gemían el nombre de ese imbécil. Me das asco.

Tweek pensó en escupirle la cara, pero el mundo daba vueltas a su alrededor y algunas imágenes inexplicables aparecían de repente, haciéndolo olvidar en dónde se encontraba. Solo el dolor en sus rodillas lo traían de vuelta.

En su mente estaba llorando, pero no sabía si salían lágrimas de sus ojos. Sintió un miedo intenso cuando vio la figura de otra persona en la escena, Tweek le temía a Pete, pero Clyde era aún peor. Estaba allí, mirándolo con un odio profundo, como lo hacía siempre antes de golpearlo.

Pete tardó un poco más en percibir la compañía, cuando vio lo cerca que estaba el castaño soltó inmediatamente a Tweek y este cayó al suelo.

—¿Qué quieres? —interrogó con desprecio.

—Contigo nada —contestó, yendo directamente a tomar el brazo de Tweek para que lo mirara a los ojos. —Craig es un idiota por enamorarse de ti, pero tú tienes la culpa por ilusionarlo. ¿Por qué insistes en lastimar a las personas así?

Clyde se sintió irritado por no recibir respuestas, sintió una gran necesidad de golpear al rubio, pero sabía que su amigo jamás lo perdonaría si lo hacía. A los pocos segundos, notó que algo andaba mal. No se sostenía en absoluto a sí mismo, Tweek ni siquiera era capaz de levantar su cabeza o mantener los ojos en una dirección.

El castaño tragó saliva, conocía muy bien los efectos de esa droga que siempre solían circular en las fiestas. Miró en dirección a Pete, no tenía ninguna duda que era el responsable de aquello. En ese caso, el gótico estaba allí para recoger el cuerpo de Tweek como un ave de rapiña.

—Siempre creí que eras un tipo raro. Y ahora confirmas que eres realmente un asqueroso psicópata.

—Yo no lo drogué, lo encontré en ese estado —dijo sin ninguna convicción.

Clyde no le creyó en absoluto, además había observado en la forma en la que lo había estado sosteniendo. Estaba a punto de comérselo.

No iba a permitirlo.

No te vayasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora