28. II

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Uno de los grandes beneficios de volver a ser amigo de Clyde era la comodidad de su auto. Craig no se consideraba alguien perezoso, pero no podía negar que prefería andar en vehículo, a pesar de que ello pudiera significar la muerte.

Su amigo abusaba un poco de la velocidad, Craig simplemente callaba su opinión. Le gustaba llegar temprano a clases y no tener que hacer deberes mientras miraba a su alrededor, más específicamente al rubio, quien parecía también haber adquirido el hábito de llegar antes de las clases.

Sin embargo, ese día sintió un sabor amargo en su boca cuando vio que Bárbara había tenido el atrevimiento de sentarse detrás de Tweek. Bastante lejos de su lugar normal y de sus amigas. Craig se preparó mentalmente para atacar a la mínima molestia que le produjera al rubio, no iba a tolerarle nada.

—¿Qué miras, estúpido? —le preguntó Bebe cuando notó su mirada sobre ella, Craig solo sacó su dedo corazón y volteó hacia el frente. Le importaba poco que se haya dado cuenta, pero sentiría vergüenza si era Tweek el que lo encontraba mirándolo.

Los demás aún no se acomodaban en sus asientos, estaban hablando o dando vueltas mientras esperaban la llegada del profesor. Así que nadie notó la presencia de alguien ajeno al curso, era un chico de cabellera rubia que Craig apenas pudo reconocer.

—Hey, Thomas —saludó cuando lo tuvo en frente. Llevaban tiempo sin hablar, no había ninguna razón sobre ello, simplemente dejaron de hacerlo con el tiempo.

—Hola, hijo de puta —dijo, tapándose los labios con la mano casi al instante.

Craig no aguantó una risa que vino desde lo más profundo de su pecho, de niños había envidiado su tourette porque podía insultar a todos. Realmente le agradaba.

—Craig, deja de reírte como un cerdo ahogado —comentó Clyde, riéndose precisamente por ese defecto en la risa del azabache.

—Extrañé escucharte —le dijo a Thomas, quien permanecía con una silenciosa sonrisa. —Deberíamos salir alguna vez.

—Pues, venía precisamente a eso —se mordió los labios.

Craig comparó aquello con la reacción nerviosa que solía tener Tweek. Thomas dejó en su mesa un chocolate con una pequeña nota que poseía un número anotado, observó el detalle detenidamente sin entender la razón y luego volvió a mirar a Thomas.

—Estaré esperando tu mensaje, Craig —dijo mientras se dirigía a la salida del salón.

Craig tomó el chocolate, era su preferido de todos los existentes en el mercado. Sin embargo, nadie sin ninguna intención regalaba un chocolate y se iba como si nada.

—Oh, mierda, hay fuego en los ojos de Tweek —rió Clyde al hacerle una seña a Craig con el rostro.

Craig giró hacia la dirección, pero Tweek se dio vuelta antes de que pudiera verificar lo dicho por el castaño.

—Está muriendo de celos, es tan evidente. Ja.

—¿Hice algo malo?

—Amigo, eres gay e invitaste a salir a un chico en frente de él. ¿Tú qué crees que pasó?

—Pero Thomas es un amigo de siempre.

Clyde tomó el chocolate de las manos de Craig y lo abrió para sacar un pedazo sin preguntar.

—Thomas es gay.

Abrió grandes sus ojos al reflexionar, era evidente que el rubio lo estaba agasajando con el chocolate. Al igual que todas chicas antes. Tweek no entraba en aquella categoría, aunque insistiera en creerlo.

No te vayasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora