CAPITULO 9

568 37 0
                                    

*Jared*

Al medio día, estoy en el gimnasio de donde vivo. Todo el edificio fue la herencia que mi abuelo me dejo al morir hace unos años. Jason Miller, mi abuelo, fue uno de los mejores boxeadores de la historia; después de una gran y exitosa carrera se retiro y se dedico a entrenar por lo que abrió este gimnasio. Lamentablemente, no muchos sentían la misma pasión que él por el boxeo, lo que lo llevo a cerrar su negocio. Aun así, antes de morir mi abuelo, me enseño todo lo que sabía. Y aunque la violencia no es la solución para nada, debo admitir que sus enseñanzas me han servido mucho a lo largo de mi vida, pues no sólo sé repartir golpes, sino que también sé esquivarlos. Y espero que Alex también pueda aprender de la enseñanza que me dejo mi abuelo.

Debido a que el gimnasio ha estado abandonado por unos años, estoy tratando de ordenar y limpiar lo mejor que puedo cuando Alex aparece. Después de que me preparo el desayuno, ella fue a su casa para darse un baño y cambiarse de ropa. Ahora, que ha regresado, Alex está frente a mí con ropa de deporte, un pantalón capri de licra en color gris, una camiseta de tirantes fiusha como su sudadera y un par de tenis Nike, su alborotado cabello está trenzado a un lado y ella me mira expectante.

― ¿Y bien? ¿Por dónde iniciamos... entrenador? ―pregunta con una sonrisa tímida.

― ¿Entrenador? ―pregunto a mi vez, con diversión.

―Tú me vas a enseñar a defenderme, ¿no? Eres mi entrenador.

―Yo sólo pensaba enseñarte lo básico, pero ahora que me has hecho tu entrenador...―una sonrisa malévola aparece en mis labios sin poder evitarlo―. Supongo que esto será divertido.

Por dos horas observo como Alex hace su calentamiento, o eso es lo que ella cree que hace. Alex salta la cuerda por media hora, luego la pongo a hacer sentadillas, abdominales y lagartijas. Más tarde, le pido que realice una serie de ejercicios con pesas, lo que hace que ahora esta tirada en el piso jadeando con su camiseta manchada de sudor. Yo me pongo de cuclillas a su lado y la miro desde arriba.

―Si ya has terminado de sudar la gota gorda, levántate, bebe agua y acércate al saco de boxeo―le digo tratando de no sonreír y fracasando en el intento.

―No creo que pueda levantar los brazos―dice entre jadeos―. ¿Y si continuamos mañana?

― ¿Y qué pasaría si hoy, mientras caminas por la calle, alguien trata de atacarte?

―Ok, entiendo. No dejes para mañana lo que puedes hacer hoy―dice después de unos segundos y de mala gana se pone en pie.

Mientras Alex bebe agua, yo saco un par de vendas de una caja y me acerco a ella.

―Dame tu mano izquierda―le pido.

― ¿Qué haces? ―pregunta mientras desenrollo una de las vendas.

―Para defenderte, tus puños son indispensables y no podemos dejar que se lastimen―le explico mientras comienzo a vendarle la mano, desde la muñeca―. Un par de guantes protegen tus huesos, pero las vendas cuidan de tus ligamentos, los cuales son todavía más indispensables. Pero hasta que te familiarices con los vendajes incluiremos los guantes, así que trata de no hacerte mucho daño, no lances golpes muy fuertes y haz lo que yo te diga.

Alex solo se limito a asentir con la cabeza. Cuando termine con su mano izquierda, comencé con la derecha, y una vez que está lista, ambos nos ponemos frente al saco de arena.

―Abre las piernas, una detrás de la otra distribuyendo todo tu peso en ambas y dobla un poco las rodillas y relaja la cadera―le pido y ella obedece colocando su pierna derecha hacia atrás―. Bien. Ahora relaja tus hombros y los brazos. Bien. Levanta la barbilla y brazo izquierdo colócalo a una distancia segura frente a tu rostro, pues con él te protegerás. Tu brazo derecho será el que golpee, así que llévalo hacia atrás y colócalo a la altura de tus ojos, pero que quede hacia un lado.

Anhelo y Deseo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora