CAPITULO 12.

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*Jared*

La luz de la luna entra por las grandes ventanas, permitiéndonos ver por donde caminamos sin necesidad de encender una linterna. Alex camina a mi lado, sujetando con fuerza mi brazo izquierdo. No sé que me duele más, el hombro derecho en donde cargo una pesada mochila o el brazo izquierdo donde Alex me entierra sus uñas.

―Alex―la llamo, pero ella está sumergida en sus pensamientos, viendo hacia la nada. Mientras más tiempo pasa así, más entierra sus uñas en mi brazo, y yo solo cuento con una sudadera oscura como protección―. ¡Alex!

―Lo siento, ¿qué? ―pregunta reaccionando.

―Me estas lastimando―le digo, tratando de sonreír. Alex me suelta.

―Oh, lo siento mucho―dice rápidamente y apenada.

―Tranquila, no debe ser nada―le digo a la vez que me masajeo mi bíceps izquierdo.

― ¿Por dónde buscamos? ―me pregunta.

―No lo sé―digo pensativo―. En tu casa, ¿Dónde ocultarías algo que no quieres que nadie encuentre?

― ¿En mi habitación?

―Eso es demasiado obvio, ¿no crees?

Alex no contesta, pero creo que está de acuerdo. Ella y yo nos quedamos en silencio, pensando. Recordando el tiempo en que conviví con Nicholas, trato de pensar en un posible lugar que él considere seguro, sólo que sin éxito. De pronto, me doy cuenta de que Alex ya no está a mí lado.

―Alex―la llamo, pero no contesta.

Rápidamente, recorro toda la planta baja de la casa en busca de Alex, pero no la encuentro. No está en la cocina, en la sala de estar, en el jardín y mucho menos en la sala de juegos.

― ¡Jared! ―grita Alex desde el segundo piso.

Subo corriendo, tan rápido como puedo, hacia el lugar de donde vino la voz de Alex. Por el pasillo a la derecha, la puerta del fondo está abierta de par en par. Corro hacia allí y encuentro a Alex en medio de la habitación. La habitación es grande, pintada en color azul acero con blanco. La cama con dosel domina la habitación, banderines de la universidad de Columbia adornan la pared. Las puertas del balcón están abiertas dejando pasar el viento frio de mediados de invierno y la luz de la luna. No solo la decoración, sino algo en el ambiente de la habitación, me dice que esta habitación es de Nick.

― ¿Alex? ―vuelvo a llamarla.

Alex da la vuelta y me mira directamente a los ojos. Por su forma de moverse sé que está tensa. Sus ojos están rojos y cristalinos. Está esforzándose por no llorar, aun que no sé por qué.

―Dame el mazo que traes en la mochila―dice con voz ronca.

―Alex, no creo que aquí haya algo.

―Yo sé que sí―me asegura―. Confía en mí y dame el mazo.

Sin decir nada más, me quito la mochila del hombro, la bajo al suelo, la abro y saco un mazo. Lo sostengo con ambas manos y se lo ofrezco a Alex, ella lo toma, también, con ambas manos, y vuelve a dar media vuelta. No tengo idea de lo que va hacer, sobre todo porque se queda quieta y en silencio por un par de minutos. Y justo cuando menos lo espero, Alex eleva el mazo a la altura de su cabeza y lo deja caer con fuerza y con un grito de guerra. La madera del suelo cruje al romperse con estrépito. Tras un segundo golpe, Alex avienta el mazo a un lado y se deja caer de rodillas en el piso.

― ¿Me vas a ayudar o te vas a quedar ahí? ―me pregunta mientras quita los trozos de madera.

También me dejo caer de rodillas a su lado para ayudarla. Después de quitar todos los trozos más grandes, de lo que parecía ser un fondo hueco, Alex y yo encontramos un maletín plateado.

Anhelo y Deseo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora