Marinette es la CEO de Miraculous, la casa de modas que diseña lencería fina. Está casada con el cantante compositor Luka Couffaine, con quien tiene una hija que está incursionando en la industria de la música.
La talentosa diseñadora jamás supero...
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Advertencia: El siguiente capitulo, contiene escenas que pueden resultar sensibles para algunas personas, favor leer con discreción.
—El mismo infierno—farfullé. Tenso la mandíbula y aprieto mis puños. La impotencia me domina. Ver a Marinette tan tranquila. Sin verse afectada por lo que acaba de pasar. Mejor dicho, le da igual lo que yo sienta.
Acomoda sus cosas para irse. Me niega de nuevo una explicación de porque se comporta así conmigo. De por qué pase de su asistente a ser tratado cómo un objeto de sus caprichos sexuales.
— Te recuerdo nuestro secreto, Damien—dice. Estoy tan decepcionado de mi, de cómo mi cuerpo reacciona a esos estímulos, en contra de mi voluntad. Escuchó su amenaza con la cabeza gacha. No soy capaz de verla directamente. —No quieres que tus tutores se enteren por mi y, con pruebas en mano, que fotografiaste mi trasero—extiende mi celular—¿Entendiste o...?
—He comprendido...Marinette—siseó. Ella sonrió divertida. Está confiada, pues me tiene entre la espada y la pared. ¿Qué puedo hacer contra ella? Es una mujer y, en esta sociedad, le da ventaja sobre mí.
El sonido de la puerta cerrarse, me hace consiente que se marchó. Ahora que estoy solo, levantó la vista. Vi el sillón donde estuvimos. Mudo testigo de la injusticia que se repite en mi vida.
Una maldición que me sigue a dónde vaya.
[Damien, te liberaste del cinturón que aprisionaba tus muñecas. Bien podías apartarme, pero, no lo hiciste. Aprovechaste de hundirte más en mí; estabas desquiciado con mis senos]
Mis manos tiemblan. Me siento sucio, asqueado de mí. ¡Odio que mi cuerpo le correspondiera! Que me impidiera reaccionar de la forma correcta, cómo gritaba mi mente que lo hiciera.
¡Estaba siendo ultrajado! ¡Aun así eyaculé! ¿Por qué? Si deseaba con todas mis fuerzas no hacerlo.
¡Damien, eres un completo inútil!
Me estoy sofocando. ¡Tengo que salir de aquí! Tomé mis cosas y me apresuré a salir de la oficina. Mis ojos pican, no quiero llorar, pero la impotencia me domina. Mordí la mejilla interna para distraerme. Juré que no iba mostrarme débil, vulnerable y menos frente a una mujer tan despreciable, cómo Marinette Couffaine.
Cerré la puerta y cuando me disponía a dirigirme al ascensor. Me paralicé: ella aún se encuentra aquí. Fue imposible detener las lágrimas. Me recompuse y las traté de limpiar con la manga de mi chaqueta, pero no paraban de brotar. Retrocedí unos pasos y corrí hasta las escaleras. Lo dije antes, no me mostraré débil, frente a ella. Bajé los escalones de dos en dos, mis piernas flaquearon en ocasiones, aún así continue. Su aroma, su perfume; se mantenían en mi piel y mi ropa. Quería arrojar todo a la basura y meterme en una ducha hasta eliminar sus escencia, su rastro.