Marinette es la CEO de Miraculous, la casa de modas que diseña lencería fina. Está casada con el cantante compositor Luka Couffaine, con quien tiene una hija que está incursionando en la industria de la música.
La talentosa diseñadora jamás supero...
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Cae una llovizna sobre la ciudad de Paris. Me gobierna la impotencia después de escuchar la confesión de Damien.
Era mi deber protegerlo y le fallé.
Moralmente destrozado y con los animos apagados, vi la habitación donde mi hijo está durmiendo. Él me pidió que lo dejara descansar; porque contar algo tan personal le había dado una sobrecarga de emociones.
Al menos no me pidió que me fuera.
Tengo tantas preguntas que hacerle al respecto. Por ejemplo, si está recibiendo ayuda profesional. Lo que le hizo la arpía de Aurore no es algo facil de procesar.
¡Me genera un asco terrible, esa maldita hipócrita!
No puedo estar de brazos cruzados. Así que, busqué en mi bolsillo mi celular. El reloj marca las cinco de la tarde. En Yakutsk deben ser las once de la noche.
Sin titubeos le marque a Jekaterina.
—Más te vale que tengas una excusa creible, para haber estado evitándome todo este tiempo—No espero al segundo tono que me respondio molesta. Algo que es raro en ella—Te dije expresamente que, no me mintieras. Lo mejor que se te ocurrió fue evitarme—Protestaba. Me puse de pie y giré la cámara al frente—Di algo, Adrien. No estoy de humor para ninguna broma. Adrien Agreste—Entreabrí la puerta de la habitación de Damien, donde él yace dormido. La expresión de Jekaterina, cambio de enfado a una conmoción—¿Damien? ¿Es nuestro hijo?
—Si—. Jekaterina puso su mano en el pecho y sonrió, como hace mucho tiempo no lo hacía. Sus ojos cristalizados a punto del llanto—No quería preocuparte, bastante tenías con la hospitalización de Nadenka. Así que, me encargué de nuestro hijo mayor.
—¿Cómo está? ¿Puedo hablar con él? ¿Por qué está dormido? ¿Qué hora es en Paris? ¿Qué te ha dicho?
—Son muchas preguntas—. Cerré la puerta y me alejé un poco para no despertarlo—Voy a responderte de lo poco que he estado conversando con él.
—Por supuesto—Ella se acomodó en su asiento. Con las ansias pintadas en su sonrisa.
—Usa los manos libres—solicité. Lo que estaba por contarle, no debía ser escuchado por Nadenka. Es de noche en Yakutsk y debe estar durmiendo. Sin embargo, quiero prevenir malentendidos.
—Listo, dime.
—Antes que nada, quiero pedirte un favor. Pregunta a tú padre si entre sus contactos cuenta con investigadores. Porque necesitaremos apoyo para lo que estoy por contarte. —El abuelo de mis hijos es abogado, algo que nos da ventaja en Rusia.
—Adrien, si me pides que recurra a mi padre. Es porque se trata de algo grave—Su intuición no falla—¿Es acerca de Damien?
