Capítulo XX

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El viaje del par de chicos de ojos escarlata había durado al menos 2 días, en los cuales el grupo de cazarrecompensas había parado unas 4 o 5 veces, para descansar y recoger provisiones. El rubio cazador no se quedaba sin hacer nada, aún estando constantemente vigilado, se las arreglaba para dejar un rastro para los otros dos; sabía que al darse cuenta de que ambos no estaban, lo primero que pensarían era que se habían ido por cuenta propia a Kain.

Pasados esos dos días llegaron. Por fin se encontraban en el reino de Kain, el reino del rey que tanto les había quitado a ambos. En la entrada al pueblo unos guardias pararon al grupo, al ver semejante bestia les quedó claro las intenciones del grupo, así que los dejaron pasar.

El pueblo era bastante grande y el palacio se alzaba en medio de todo. Una imponente construcción de mármol y piedras decorativas era el lugar en el que residía la realeza de Kain y era el lugar en el que esperaban que se encontrara el Ikran blanco.

La distancia entre ellos y el lugar aminoraba y con ello las nauseas que sentía el rubio hacia ese lugar crecían, solo esperaba que no lo separaran tanto del dragón o su plan se iría a la mierda.

Al estar al frente del edificio, los guardias le dijeron al líder que dejara al dragón afuera, ya que la entrada y los pasillos del palacio no serían lo suficientemente grandes para que pasara, el hombre en cambio volteó a ver al rubio, este al entender lo que quería solo asintió y el animal carmesí se envolvió en llamas, cambiando a su forma humana.

Este acto llamó la atención de varios guardias que estaban alrededor del palacio. El grupo solo siguió su camino a la sala del trono, donde se encontraba el rey esperando a los caballeros que le habían avisado que un grupo de cazarrecompensas pedía la presencia del rey para entregarle un regalo.

Claro que el rey no solía aceptar regalos de esos ladrones, pero algo en la cara de sus guardias le decía que ese sería un buen presente.

Llegaron al salón en el que se encontraba no solo el rey, al parecer su hijo menor y heredero también se encontraba ahí. Era una sala bastante amplia, del techo colgaban candelabros de oro y en las paredes se encontraban los retratos de los reyes pasados, todos con el mismo tipo de vestimenta. En las esquinas había columnas de mármol en las que se veían talladas figuras de espadas, representativas del reino, con detalles en oro.

El grupo al estar frente al gobernante se inclinaron mostrando el falso respeto que sentían por el tirano, llevando al piso a los dos chicos.

- Mis guardias me ha dado el aviso de que querían verme, espero que valga mi tiempo - la voz del rey era gruesa y autoritaria, pero ningunos de los chicos sintió respeto o temor alguno por ese hombre.

- Se que lo valdrá su majestad - el líder se acercó a Kirishima y lo levantó - he venido hoy a ofrecerle esto - señaló al chico rubí.

- Un chico? Tengo bastantes lacayos ya.

- No su majestad, no es un chico, este es un metamórfico - esta vez el rey si que se interesó - este dragón estaba junto al último que le traje, solo que esa vez no tuve la oportunidad de traerlo ante usted.

El rey inspeccionó de arriba a abajo al pelirrojo, los metamórficos eran muy escasos y muy pocas veces se dejaban ver.

- Como sé que es verdad lo que me dices? No tienes la mejor reputación para venir a hacer ese tipo de declaraciones sin pruebas.

- Oh, claro que tengo pruebas alteza.

El hombre miró al dragón y este solo se quedó estático viendo al rey, tenía tanto odio en su mirada que la tensión podía sentirse en el aire y cortarse con una daga. El líder al ver que el dragón no se movería se giró hacia el rubio y golpeó la lateral de su cabeza con el mango de su espada, eso despertó al pelirrojo, el cual solo miró al rubio. Este se quedó un momento pensando y luego de unos segundos asintió.

Esa fue la luz verde que el chico necesitaba para transformarse, de nueva cuenta el chico se prendió en llamas rojas y al apagarse apareció el gigantesco dragón con escamas carmesí. Todos en la sala quedaron anonadados, el dragón era inmenso y muy hermoso, su piel debería valer una fortuna y que decir de sus dientes.

El rey se levantó de su trono con su hijo a su sombra, el cual no había dicho nada en todo el tiempo que llevaban los cazarrecompensas ahí. Claro que había reconocido al cazador y al pelirrojo, pero no creía conveniente delatar su encuentro.

El rey al estar de frente a las patas delanteras del dragón, se centró principalmente en el rubio que estaba detrás de él, de algún lado lo conocía, sabía que lo había visto en algún lugar hace tiempo. Su mirada delataba un profundo odio hacia su persona, cosa que no le era nada extraño al gobernante.

- Que piensa su majestad? Le complace los presentes que le hemos traído?- el cazarrecompensas se veía impaciente por el veredicto del rey.

- La bestia me complace, la aceptaré, pero no veo la razón de traer a otro chico y dudo mucho que se trate de otra bestia - el rey miró al rubio - aunque por su mirada no me sorprendería.

- No su majestad, este chico es bastante especial, puede entender y comunicarse con el dragón sin necesidad de que este se transforme.

- Tienes pruebas de eso?

Por un momento el líder lo dudó, realmente sería difícil probar eso y el dragón al darse cuenta de eso decidió actuar.

- Podría matarte si no lo confirma?- el dragón empezó a divagar en la cabeza del rubio.

Este solo asintió con la cabeza.

- Podrías colaborar un poco sabes? No eres al único que matarán por eso.

- De que mierda hablas ahora lagartija - el rubio se había cansado rápido de los comentarios del dragón.

Sabía lo que este tramaba así que le siguió el juego. Empezaron a discutir de nuevo, mientras el rey y los demás veían, algunos asombrados y otros ya acostumbrados, como el par hablaba. El rey observaba todo, las facciones del dragón y el auténtico fastidio del rubio ante lo que sea que el otro le dijera.

- Basta!- después de ese grito todo el salón se quedo en absoluto silencio - de acuerdo, tal parece que es verdad lo que dices, así que te preguntaré. Que quieres a cambio esta vez?

- Eh? No su majestad, son obsequios.

- Se como eres ladrón, teniendo algo como esto no lo darías sin nada a cambio, así que dilo antes de que te eche de aquí.

El cazarrecompensas sonrió para si y habló claro.

- Me gustarían 10 monedas de oro para cada uno de mis hombres.

- Hecho, ahora largo de aquí - el rey se giró hacia su hijo - ya sabes a donde mandarlos - el bicolor solo asintió.

Los cazarrecompensas salieron de la sala al igual que el rey, dejando al príncipe junto al dragón y el rubio.

- Espero que el que estén aquí tenga que ver con algún plan.

- Claro que sí idiota, lo vi como la manera más sencilla de entrar aquí.

- E Izuku está..?

- En el bosque junto a la bruja, si son inteligentes y encontraron mi rastro deberían estar fuera del reino ahora mismo.

El dragón se transformó para unirse a la conversación.

- Vaya espectáculo Kirishima.

- Ah? oh si - se veía algo avergonzado - saben cuanto tiempo tenemos para encontrar a Ryuutaro?

- Es verdad, tendremos que buscar por varios lugares, tu lo tienes que haber visto, no es así mitad y mitad?

El bicolor solo sonrió, algo bastante inusual.

- A que viene la maldita sonrisa bicolor.

- A que no tendrán que buscar y aunque lo hicieran nunca lo hubieran encontrado.

- De que hablas Todoroki? 


"Porque está debajo del palacio"


Fuego Blanco - °BAKUSHIMA°KIRIBAKU°Donde viven las historias. Descúbrelo ahora